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El caso de este mes ocurrió hace ahora justo dos años en Ibiza, en ese ambiente donde todo es maravilloso y parece que nada malo pueda ocurrir.

El caso de este mes ocurrió hace ahora justo dos años en Ibiza, en ese ambiente donde todo es maravilloso y parece que nada malo pueda ocurrir. A veces no es así, y tan solo depende de que te quedes en determinado lugar más tiempo del necesario. Julio, le llamaremos, fue a pillar a un conocido suyo: pidió, cogió, comprobó y pagó. Todo correcto. Pero luego cometió una imprudencia: se quedó con el dealer fumando unos porros mientras le veía hacer las labores propias del menudeo, como ofrecer de tanto en tanto algo de maría o MDMA a algún turista con aspecto de querérselo pasar bien. Uno de ellos resultó ser una persona con mucho apego a la legalidad vigente y a comentar ciertas cosas con las autoridades. Al oír el ofrecimiento, lo declinó con educación, pero se fue directo a unos guardias civiles que solían estar unas calles más allá. Les comunicó que le acababan de ofrecer droga, y estos se desplazaron de inmediato para contrastar la información. Se dirigieron donde estaba Julio con su dealer y les intervinieron a los dos. Después de las educadas presentaciones habituales, procedieron a revisarles unas mochilas que portaban y el bolsillo de los pantalones. A nuestro amigo le encontraron cuatro bolsitas de marihuana que acababa de comprar, dos trozos de hachís, un grinder y 221 €. A su amigo dealer le pillaron con lo que parecían ser treinta bolsitas de marihuana, doce bolsas de MDMA, dos papelinas de cocaína con un peso total de 26 g, seis pastillas de éxtasis, un cartón con diecisiete fracciones de LSD y 582 €.

La Guardia Civil no lo dudó. El ciudadano les había dicho que eran dos personas las que ofrecían la sustancia, así que detuvieron también a Julio, pese a que este alegó que solo estaba allí de paso, que lo que llevaba era para su propio consumo, que no era amigo del otro y que nada de lo que el otro llevase era suyo. Nadie lo creyó, y fue procesado por tráfico de drogas. Ambos fueron ingresados en los calabozos de la comisaría y pasaron al día siguiente a disposición judicial, que los dejó en libertad provisional con cargos. La sustancia se remitió al Instituto Nacional de Toxicología para determinar el tipo de sustancia intervenida, así como su cantidad y pureza. El análisis reveló que la sustancia decomisada era la siguiente: las treinta bolsas de marihuana, 162,52 g, con riqueza del 10,4% en THC; las doce bolsas de plástico, 5,9 g de MDMA, con una riqueza del 76,7%; 19,23 g de ketamina, con una riqueza del 16,6%; cinco comprimidos de MDMA, con un peso total de 0,97 g y riqueza del 44,3%; 3,66 g de cocaína, con riqueza del 82,4%. El Ministerio Fiscal, una vez recibido el informe, presentó escrito de conclusiones provisionales ante la Audiencia Provincial de Palma acusando a ambos procesados de un delito contra la salud pública de sustancias que causan grave daño, y con una petición de pena de cuatro años de prisión, con una multa de 6.000 € y dos meses de responsabilidad penal subsidiaria en caso de impago. El fiscal acusó atribuyendo la posesión de toda la sustancia a los dos acusados, indistintamente, sin importarle que Julio llevara muy poquito, y el otro, casi toda la sustancia decomisada, y lo que es más importante, todas las sustancias consideradas duras. Así, nuestro protagonista del mes, por comprar cuatro bolsitas de derivados del cannabis se vio envuelto en un proceso ante la Audiencia de Palma de Mallorca, y con una petición de cuatro años de cárcel. Lo más grave de todo es que la pena mínima es de tres años, por lo que existe un riesgo real y efectivo de que pueda acabar en la cárcel.

La clave del juicio es, claro está, demostrar que no iban juntos, que Julio era un simple comprador, que se quedó un rato de más charlando, pero que en ningún caso estaba vendiendo nada, y que todo lo que tenía era para su propio consumo. También se intentará demostrar que las sustancias analizadas son las que se intervinieron al otro acusado, no a Julio, dado que solo se contabilizaron treinta bolsas, y no treinta y cuatro, y no se analizaron los dos trozos de hachís que llevaba Julio. Por otra parte, un elemento en contra es que se le intervino con 221 € y que no tenía un trabajo con contrato y sus nóminas para demostrar la procedencia del dinero. Además, es muy probable que el testigo comparezca en el juicio y se ratifique en su manifestación inicial, de que fueron los dos los que estaban ofreciendo drogas. En cualquier caso, la moraleja es clara: pagar, comprobar y salir volando, sobre todo si no hay más remedio que depender de un dealer que da el cante en la calle.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #284

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