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"Arte: convertir la verdad en mentira, para que no deje de ser verdad."

El nombre, tan sucinto y contundente a la vez, de este escritor fallecido en México hace medio siglo, encierra una larga y laberíntica genealogía, difícil de explicar incluso para él mismo: “Nacido en París, crecido en Valencia, hablando español –que sé escribir– con acento francés, hablo francés –que no sé escribir– como si lo fuese, y pronuncio perfectamente el alemán, que no sé hablar”. Maestro laureado del humor fúnebre –sin cuya ayuda no hubiera sobrevivido a tres guerras devastadoras–, pocos intelectuales trabajaron con tanta alegría y amaron con tanta pasión su destino trágico junto a un pueblo en armas. En el intervalo más duro (1936-1939), participó en la realización de proyectos como el Guernica de Picasso o Sierra de Teruel (1939), la película de Malraux. El precio fueron tres años en cárceles y campos de concentración de Francia y Argelia, donde fue cruzándose con otros eminentes refugiados judíos: Carl Einstein, Walter Benjamin, Arthur Koestler, Hannah Arendt, Simone Weil... Los aforismos seleccionados proceden respectivamente de Cuaderno verde (1955), cuya autoría atribuye al pintor apócrifo Torres Campalans, Crímenes ejemplares (1957), Signos de ortografía (1968) y “Cuaderno de Ferrís” (Campo de almendros, 1968).

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #290

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