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‘Dune’: la ‘space-opera’ inmortal

El 22 de octubre ha de estrenarse por fin la versión de Denis Villeneuve sobre la obra de Frank Herbert. Volvemos al material literario original y a las películas que lo adaptan para dar cuenta de las múltiples vidas de este ‘sci-fi’ de culto.

“La especia debe fluir” es quizá la sentencia más conocida y celebrada de Dune, la magnánima obra de Frank Herbert, creación que le tomó toda su vida desde que la novela original vio la luz en 1965. Desde entonces, entre la serie principal, precuelas y secuelas, Dune se ha desplegado en unos veinte libros –desde 1999 rubricados por Brian Herbert, hijo del autor original, junto a Kevin J. Anderson–, dos largometrajes y un proyecto inacabado. El primero de estos filmes lo firmó David Lynch en 1984. El proyecto sin materializar surgió de la mente psicomágica de Alejandro Jodorowsky con la ayuda de Jean Giraud, alias Moebius, en el terreno visual. La tercera película tiene al canadiense Denis Villeneuve como director de orquesta y llega, por fin, a las pantallas de salas cinematográficas este otoño. Si no hay más retrasos, el próximo 22 de octubre.

La novela original, enmarcada en la primera trilogía firmada por Herbert padre y conformada también por El mesías de Dune (1969) e Hijos de Dune (1976), nos sitúa en un futuro lejano y en un planeta remoto, en unos ejes temporales y espaciales que son escenario de épico enfrentamiento entre dos dinastías y un pueblo oprimido. La decisión del duque Leto Atreides de abandonar su feudo en Caladan para gobernar el desértico planeta de Arrakis, también conocido como Dune, junto a su concubina Lady Jessica y su hijo Paul Atreides, será el inicio de una trama de alcance cosmológico con una droga, la melange, especia que solo crece en ese planeta, como fuente de tensión entre las fuerzas que sostienen el equilibrio del universo: el emperador Shaddam IV, las Grandes Casas y la Cofradía. Aparte de la melange, Arrakis es también el hogar de los fremen, el pueblo nativo del planeta, poderoso y místico, así como de los temibles gusanos gigantes de arena, cuya larva posee un rol fundamental en el ciclo productivo de esta preciada especia capaz de prolongar la vida, plegar el espacio y expandir la conciencia.

Estos mimbres ficcionales han servido para crear una saga galáctica cuyos interrogantes resuenan con fuerza en nuestro presente, a pesar de haber sido concebidos al calor de la contracultura de los 60 del siglo pasado. Para empezar, la idea de una sociedad estructurada alrededor de la droga-especia melange, que revela asimismo la doble vertiente de esa sustancia en tanto que biotecnología que mejora la vida y que asimismo posee un fuerte componente adictivo. Para Herbert, merece la pena recordarlo, las drogas solo “permiten a la gente soportar una existencia intolerable, para seguir en la rueda de producción/consumo”. El sentimiento anticapitalista y contestatario del autor también se revela en otros asuntos que planean en los libros originales, sea la resistencia contra la tiranía, la manera en que la religión marca los estamentos sociales frente a la posibilidad utópica de un crisol espiritual inclusivo, el mesianismo en la figura de Paul Atreides, o en su reflexión sobre la estructura cíclica de los sistemas políticos.

Las preocupaciones de Herbert sobre el devenir de la era antropocena quedaron plasmadas en Dune en las distintas transformaciones ecológicas que vive el planeta a lo largo de la franquicia literaria, de Dune a Arrakis y a Rakis; así como en el personaje de Duncan Idaho, maestro espadachín de los Atreides, cuyas metamorfosis sirven para ahondar en las implicaciones éticas de la replicación de seres humanos y la cuestión de la identidad personal. En todo caso, con un material de partida tan abrumador, un poderoso y pregnante magma filosófico, ¿cuál de los tres proyectos cinematográficos se ha acercado más a la sensibilidad original de la fuente literaria?

La travesía por el desierto: ‘Dune’ de David Lynch 

Dune (1984)
Dune (1984)

No son pocos los expertos y seguidores de la obra de David Lynch que consideran Dune un fracaso espectacular, el paso en falso del cineasta que acabó derivando en la creación de Terciopelo azul (1986), considerada una obra maestra. Si bien es cierto que la película parece no encajar al ser comparada con su corpus fílmico, el tiempo ha acabado por poner las cosas en su sitio y la crítica contemporánea ha sabido localizar en esta primera adaptación de los libros de Herbert rasgos de la personalidad creativa del de Montana.

El Dune de David Lynch pertenece a los infames anales de las producciones más desastrosas del séptimo arte. La historia es conocida. La película costó aproximadamente 40 millones de dólares de entonces, sobre los 91 millones dólares en la actualidad, pero solo acabó recaudando en Estados Unidos algo más de 30 millones. El estreno supuso un descalabro para Universal Pictures, pero fue un negocio ruinoso para su productor, Dino de Laurentiis, quien acabó arruinándose. El italiano pretendía transformar la novela de Herbert en una nueva Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977) y para ello contrató a Ridley Scott, en auge tras el éxito de Alien (1979). A pesar de que Scott reescribiría el primer guion del propio Frank Herbert y de que contaba con H.R. Giger como diseñador de producción, quien a su vez ya había realizado diseños conceptuales para el proyecto frustrado de Jodorowsky, acabó apeándose de la producción. Entonces, Laurentiis se fijó en Lynch a raíz del éxito de El hombre elefante (1981).

El plan original era que Lynch filmara toda la saga de Las crónicas de Dune y el de Montana contaba además con la aprobación de Herbert. Para el cineasta, la película suponía el salto comercial en un trabajo con el que podría por fin dar rienda suelta a su universo creativo sin limitaciones económicas. “Dune era diferente; tiene caracterizaciones creíbles y profundidad. En muchos sentidos, Herbert había creado una aventura interna, una con muchas texturas emocionales y texturas físicas”, diría sobre la obra literaria.  

Sin embargo, a los problemas de una producción elefantiásica –las cifras son de vértigo: un equipo de 1700 personas, 80 sets de rodaje construidos en 16 estudios, y la recreación del planeta Dune en el desierto de México, que acabó siendo literalmente peinado para eliminar arbustos y demás ítems molestos–, cabe sumarle el estricto control creativo por parte de Laurentiis. Lynch acabará quejándose y la tensión irá en aumento. Al final, de las casi cinco horas de premontaje, Universal exige cortar. Lynch aspiraba a dividir la historia en dos películas, pero el resultado final se queda en una obra de dos horas por obra y gracia de la tijera. Patrick Stewart llegó a declarar que, en el remontaje definitivo, cada actor perdió como mínimo dos escenas.

¿Es cierto el rumor de que existen al menos tres versiones diferentes del Dune de Lynch? Durante años ha ido difundiéndose la idea de que al montaje original se añadieron otros dos: el primero, un remontaje de tres horas realizado por Universal para ser emitido en televisión, del que Lynch renegó –en los créditos, el nombre de Lynch como director y guionista se sustituyeron respectivamente por los seudónimos Allen Smithee y Judas Booth–; y el segundo, que poco o nada tiene que ver con Lynch, Laurentiis y Universal Pictures. Se trata, más bien, de un fanedit de 2012 titulado Dune: The Alternative Edition Redux, que rehace la película presentándola en cuatro capítulos, empleando escenas eliminadas y material de los filmes previos.

La gran adaptación jamás filmada: ‘Jodorowsky’s Dune’

Dune (1975), póster de la adaptación jamás filmada.
Dune (1975), póster de la adaptación jamás filmada.

Antes de que Hollywood abordara la obra de Frank Herbert, el psicomago chileno Alejandro Jodorowsky ya había intentado llevar al cine Dune. Esa experiencia está relatada por el propio artista en el documental Jodorowsky’s Dune (2014), donde cuenta las ambiciones que tenía para el proyecto.

A través de testimonios, anécdotas y mucho material visual el director Frank Pavich traslada al espectador al largo viaje emprendido por Jodorowsky para llevar a cabo una película visionaria en los años del LSD, cuando el cine aún parecía capaz de cambiar el mundo y “abrir las mentes”. “Para mí, Dune será la llegada de un dios. Quería hacer algo sagrado, libre, con una nueva perspectiva. ¡Abrir la mente!”, diría sobre el material original.

Después de obtener un cierto reconocimiento crítico con El topo (1970) y La montaña sagrada (1973), Jodorowsky consiguió carta blanca del productor Michel Seydoux. El chileno no tuvo dudas: tenía que ser Dune. El equipo artístico que pensó para la película, con el que llegó a contactar y a trabajar incluso es galáctico. Para Jodorowsky, los colaboradores son una suerte de “guerreros espirituales”, rendidos a la causa. Entre los más destacados, el mítico dibujante de cómics Moebius, encargado del diseño y de los storyboards; el guionista Dan O'Bannon; el dibujante H.R.Giger; el ilustrador Chris Foss; la banda de rock psicodélico y rock sinfónico Pink Floyd; y a Salvador Dalí, Orson Welles, Mick Jagger, David Carradine y a su hijo Brontis como parte del elenco actoral.

Por desgracia, el duro trabajo de Alejandro Jodorowsky y su equipo de guerreros nunca acabará por materializarse, ya que el productor Michel Seydoux se quedó sin la ayuda económica de las compañías estadounidenses con las que contactó para la financiación. En Hollywood tenían miedo de la personalidad desbordante del chileno y de una adaptación que iba a ocupar como mínimo unas diez horas de duración. A Frank Herbert, por su parte, tampoco le acabó de gustar demasiado la versión de Jodorowsky, que, a su juicio, desvirtuaba la esencia original de su obra. Lo que queda de esta historia es el documental de Pavich, que no insiste tanto en el fracaso del proyecto sino en su enorme potencial, descubriéndonos, con ello, la capacidad proteica del arte para crear nuevos universos o visiones inéditas del mundo que habitamos.

La gravedad de ‘Dune’ en la visión de Denis Villeneuve

Dune (2020)

Tras pasar por la Mostra de Venezia en primicia mundial, la esperadísima nueva versión de la space-opera de Herbert a cargo del canadiense Denis Villeneuve llegará a las salas españolas, si nada lo impide, el 22 de octubre. La precaución con las fechas de estreno no es baladí, porque a los retrasos por las refilmaciones y los remontajes se ha sumado una pandemia global que ha ido aplazando el lanzamiento de la superproducción. 

Aparte de los 200 millones de presupuesto del largometraje, hay mucho en juego. Más en estos tiempos de reconversión de la industria del cine de lo presencial a lo virtual. No obstante, Warner, la compañía detrás de la producción, ha tenido claro que Dune es una película para las salas y ha respaldado públicamente las decisiones de Villeneuve. No habrá sido fácil. Como en el caso de Jodorowsky y de Lynch, el viaje por Dune del director de Blade Runner 2049 ha estado preñado de dificultades, especialmente durante el rodaje en el desierto de Jordania, bajo unas condiciones meteorológicas bastante duras y que no ofrecieron el material que confiaban obtener. En agosto de 2020 filmaron de nuevo en Jordania algunas secuencias que el cineasta quería mejorar. Poco antes Villeneuve confesaba que no tenía muy claro si iba a ser capaz de rehacer algunos aspectos del filme y que la producción se le había hecho por momentos cuesta arriba: “Será una carrera a toda velocidad para intentar acabarla a tiempo, porque no se nos permite volver y filmar esos elementos en unas pocas semanas… esto significa también que tendré que acabar otros de los aspectos de la película, como los efectos visuales y el montaje, estando yo en Montreal y mi equipo en Los Angeles”.

¿Qué conocemos de esta nueva versión de Dune? Se sabe que la película se centrará sobre todo en la primera mitad del libro original de la saga, y que, si los números cuadran, se proyecta realizar un segundo filme que concluya la trama. Timothée Chalamet es Paul Atreides; Oscar Isaac, Leto Atreides; Josh Brolin, Gurney Halleck; Rebecca Ferguson interpreta a Lady Jessica; Jason Momoa, a Duncan Idaho; Javier Bardem, a Stilgar; Sharon Duncan-Brewster, a Liet-Kynes, quien en la novela original es un hombre; Zendaya, a Chani; y Stellan Skarsgård, al siniestro barón Harkonnen.

¿De qué manera nos interpelará la obra de Frank Herbert según la propuesta de Denis Villeneuve? Más allá de la épica y del relato de venganza, de la filosofía moral contra el miedo, de los destiltrajes, los gusanos de arena y la apabullante factura visual, a cargo del director de fotografía Greg Fraiser, Villeneuve confía en que el mensaje del autor de la saga sci-fi llegue a los espectadores. Esto afirmaba el canadiense hace algo más de un año: “Dune es una película sobre la cuestión de la adaptación y creo que la película es hoy más relevante que nunca”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #285

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