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Todas mis parejas me han dicho que me gusta sufrir y me gusta el drama. ¿Se puede disfrutar del sufrimiento?, ¿será que soy adicta y no puedo vivir sin sufrir? En el fondo querría dejar de sufrir, pero cuando me enamoro me da miedo que los otros no se enamoren o que me dejen en algún momento. Temo no ser lo suficientemente valiosa como para ser su pareja. Me da miedo también pensar que no me volveré a enamorar o nadie se volverá a enamorar de mí. Me angustio cuando tengo pareja y cuando no la tengo. Mis amigas me dicen que si quitara el amor romántico del centro de mi vida, podría ser muy feliz, y que sufro porque lo tengo todo en la vida y no me ha tocado sufrir de verdad. Igual llevan razón, porque he tenido una infancia muy feliz, pero yo no sé vivir el amor de otra manera: o me abro en canal para darme por completo o no me doy. No conozco las medias tintas, no sé regular la intensidad, y soy muy apasionada. Supongo que por eso sufro tanto, porque además he mitificado mucho el amor, y yo sé en el fondo que no es tan bonito como lo cuenta. Cuando te leo, me doy cuenta de que en realidad me gustaría disfrutar más de la vida, me dan como más ganas, porque es verdad que la vida es muy corta, y para qué pasarlo mal todo el tiempo… No sé como hacerlo, ¿crees que es porque soy excesivamente sensible?, ¿o porque soy demasiado romántica?, ¿qué podría hacer para sufrir menos? Gracias, Coral.
Angelines

Angelines, creo que tus amigas pueden tener razón. A veces pienso que sufrir por amor es un privilegio burgués, porque el amor romántico lo inventaron tipos que no tenían que buscar ingresos desesperadamente. Ellos escribían poesía, componían música y óperas, esculpían bustos y pintaban cuadros escapistas en busca de la belleza, la armonía, la felicidad y la eternidad, mientras una o varias mujeres se encargaban de limpiar su ropa, de mantener el orden en el hogar, de adquirir alimentos, cocinar y alimentarles, de limpiar la casa y encargarse de los cuidados y la logística del hogar. Los genios románticos eran atormentados porque sufrían soñando con un mundo mejor, pero solo para ellos: no movieron un dedo por cambiar su realidad ni la sociedad en la que vivían. Las luchas obreras y campesinas las hacían otros, mientras ellos soñaban con atardeceres hermosos y cisnes blancos a los pies de un sauce llorón. Cuando tienes que buscar alimento e ingresos, pagar facturas, pelear por sobrevivir, no tienes tiempo de buscarte sufrimientos innecesarios y tienes la energía puesta en otro lugar. La buena noticia es que sí se puede sufrir menos por amor: no es una enfermedad contagiosa contra la que no puedas hacer nada, no es un hechizo mágico ni un estado de locura: el amor puede regularse y dosificarse como cualquier otra droga. Tú eres libre para elegir el grado de tu intensidad pasional, para elegir compañeros que quieran disfrutar del amor, para tomar decisiones, para llevar el timón de tus emociones y sentimientos. Siempre nos hemos sentido muy impotentes frente al amor, pensando que no podemos hacer nada más que asumir la derrota, que nos lleva al sufrimiento constante. Pero ahora, gracias al feminismo, ya sabemos que todas las mujeres tenemos derecho a vivir una buena vida, a disfrutar, a sentir placer, a gozar y a pasar bien este ratito de vida que nos ha tocado. Sabemos que no estamos condenadas a sufrir por amor, y además sabemos que la vida es muy corta y se nos puede ir en cualquier momento. Ahora que estamos gozando la liberación, no merece la pena vivir siempre de rodillas frente al amor: hay que amar de tú a tú, en relaciones donde te sientas correspondida, cuidada, querida. Recuerda que todas nosotras somos dueñas de nuestro amor, y que el amor no es una cárcel: están las puertas y las ventanas abiertas para que podamos volar, ligeras de equipaje, dispuestas a disfrutar. No hay otra que disfrutar del amor aquí y ahora: no hay otro lugar. Un abrazo enorme.

Coral Herrera

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