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Aquí estoy hecha polvo: mi chico me ha dejado después de más de cinco años de relación. Tengo una sensación total de estafa: siento que me ha utilizado para que le sacara del alcoholismo, y ahora que está bien y que ya ha encontrado un trabajo y se siente mejor, me deja. Yo le he pagado la clínica de rehabilitación y la terapia con la psicóloga, yo le he cuidado cuando se moría de ganas por un trago y lloraba como un niño, yo le he prestado dinero y le he mantenido en sus peores momentos, le he dado todo mi apoyo y he dejado todo para poder cuidar de él, incluso sufriendo ataques de ansiedad. Me dejé la vida por ayudarle. Y ahora que está bien y que yo le iba a proponer que nos fuéramos a vivir juntos, dice que ha conocido a otra chica y que no quiere mentirme ni engañarme, y que por eso me deja. Justo ahora que le necesito porque estoy pasando por un problema familiar, se va. ¿Quién me cuida ahora a mí? Me siento devastada: ¿para qué tanto sacrificio, para qué tanto aguantarle, para qué tanto dolor? Cuando lo encontré estaba destrozado y a punto de tirar la toalla, y yo le saqué del fango, ¿cómo es posible que sea tan desagradecido? Y también me pregunto, ¿por qué pensé yo que, ayudándole, él me querría para siempre? Estoy tan rabiosa... Y leí en tu libro sobre lo de la estafa romántica, ¿por qué caemos en esas trampas las mujeres?, ¿por qué los hombres son así?, ¿hasta cuándo vamos a seguir nosotras dándolo todo en el amor?
Clemen

Entiendo cómo te sientes; es normal que te dé rabia y te hagas todas esas preguntas: la estafa romántica precisamente consiste en que las mujeres nos creamos que dando amor y cuidados recibiremos lo mismo y en las mismas cantidades. La principal trampa del amor romántico es que nos hace creer que cuanto más suframos y más nos entreguemos, mayor será el premio. Y cuando nos damos cuenta de que el sacrificio no conlleva un premio, entonces nos sentimos engañadas y utilizadas. No es solo que el mito romántico esté plagado de falsas promesas, sino que además hay más mitos que nos ponen de rodillas, como el de la salvadora: se mitifica nuestra capacidad para dar amor y cuidar, y nos hacen creer que podemos salvar a los demás, solucionar sus problemas y ayudar en todo lo que podamos. Anteponemos nuestro autocuidado al cuidado de los demás porque nos han dicho que nacimos para servir, y que sirviendo amor recibiremos el mismo amor, tarde o temprano. Es una trampa, porque el amor que damos no es desinteresado, en realidad, y por eso después de darlo todo nos sentimos tan frustradas, nadie nos va a amar para siempre aunque les ayudemos a salir del pozo oscuro en el que se encuentran. El amor empieza y se acaba, dura lo que dura: no hay ninguna forma de asegurarse de que el amor que vamos a recibir sea eterno. Cuando las mujeres comprendamos que lo que necesitamos son compañeros con los que relacionarnos en horizontal, entonces será cuando las estructuras de nuestras relaciones cambien: el amor solo es posible si la solidaridad, el apoyo y los cuidados son mutuos, y si los sentimientos son recíprocos. Es muy difícil quererse bien porque vivimos en un sistema basado en la explotación de unos sobre otros, así que el reto que tenemos por delante es organizarnos en estructuras cooperativas, tanto a nivel económico como en las relaciones que tenemos con nuestra gente y con la comunidad en la que vivimos. Las mujeres tenemos que desaprenderlo todo y quitarnos de encima ese mito de la salvadora para poder relacionarnos de otra forma más sana e igualitaria con los hombres. Pienso que cuando las mujeres nos quitemos de encima la necesidad de ser amadas y de tener pareja podremos ser más libres: tenemos que desengancharnos del amor romántico, que a veces puede ser una droga muy autodestructiva, aprender a cuidarnos a nosotras mismas y cultivar nuestra autonomía para no depender de nadie. Lo más importante es que estemos despiertas y pongamos atención a dónde ponemos nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro amor. Se trata de tomar conciencia: las relaciones de pareja no pueden ser el centro de nuestras vidas, y, sobretodo, tener todo el rato en mente que no merece la pena sacrificarse ni sufrir por amor. El amor, siempre para disfrutar.

Un abrazo inmenso, Clemen.

Coral Herrera

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