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Realidades paralelas

Realidades paralelas
René Magritte
Vivo en dos realidades incompatibles entre sí y no sé cómo manejarlo. Por un lado, tengo una vida normal: trabajo en una oficina de nueve a cinco, estoy casada y tengo dos niñas, mis padres están orgullosos de mí, mi marido es un tipo maravilloso y me gusta la vida que llevo. Por otro lado, tengo una amiga especial con la que mantengo una relación apasionada y que da color a mi vida, tan estable y rutinaria. Como somos amigas, nos vemos mucho y podemos hacer alguna escapada de fin de semana, y a veces nos juntamos con sus hijos y las mías, y con los maridos. Primero fuimos amigas y luego surgió el amor, y como vimos que había tanta gente implicada en la movida, decidimos seguir juntas en secreto. Llevamos así varios años, y lo que me remuerde la conciencia no es tanto que se enteren los maridos, como el hecho de que se lo estoy ocultando a mis hijas. Ellas se cabrearon mucho cuando descubrieron el mito de la Navidad: se sentían engañadas por sus propios padres y por la sociedad entera. Y, en su momento, les di la razón, aunque me defendí argumentando que en el fondo habían podido disfrutar de diez años de sus vidas con el engaño. Mi hija me dijo que a ella no le compensaba, que es cierto que había disfrutado, pero que se sentía traicionada y tratada como una tonta. Tengo miedo de estar haciendo ahora lo mismo: ellas creen que viven en un hogar monógamo con una familia feliz tradicional. Y algún día podrían descubrir la verdad, porque nosotras no ocultamos lo mucho que nos queremos, pero sí ocultamos lo bien que lo pasamos en la cama juntas. A veces nos hemos planteado destrozarlo todo, atrevernos a salir a la luz y casarnos, pero nos da miedo que nuestra relación acabe siendo como la que tenemos con nuestros maridos. Si tenemos tantas ganas de retozar juntas es porque lo tenemos prohibido y racionado, y las dos somos felices así, con esta llama de deseo que no se apaga nunca. A veces me entran remordimientos porque pienso que estamos engañando descaradamente a dos hombres a los que queremos, pero también a nuestros hijos e hijas, al resto de nuestra familia y a amigos y amigas: todas creen que somos superamigas. Aunque mi chica cree que hay gente que sospecha de nuestra relación. A mí no me da miedo que la gente se entere, así que no te creas que disimulo mucho. A veces siento que nos estamos riendo de todo el mundo en su cara, me siento culpable y tengo remordimientos, pero por otro lado siento que tengo derecho a ello; es difícil de explicar, esta es la única vida que tengo para disfrutar. Mi relación secreta me da la energía que necesito para poder llevar la vida normal de superwoman que puede con todo. Es como mi válvula de escape, mi rinconcito de la felicidad, mi refugio, el lugar en el que puedo quitarme la máscara de buena esposa, buena madre, buena profesional, buena hija, y puedo ser yo misma. Y siento que, gracias a esos momentos deliciosos con mi amante, luego mi realidad no se me hace tan dura y hasta siento que mejora la relación con mi marido. Yo le quiero mucho, pero estoy enamorada de ella. Si me imagino a mí misma explicando esto a él, o a mi madre, o al marido de mi amante, pues no me suena bien. Me siento como una hedonista egoísta que solo piensa en sí misma, aunque ya sé que esto nos pasa a casi todas las mujeres cuando hacemos lo que nos gusta de verdad. Veo a mi familia y a la suya viviendo tan a gusto, que me digo: “¿para qué voy a destrozar la ilusión de que somos felices si, al fin y al cabo, todos vivimos en ilusiones, algunas personales y otras colectivas, como, por ejemplo, la Navidad?, ¿qué necesidad hay de destrozarles a los niños la ilusión de que unos extranjeros entran en casa a dejar regalos cada año, si a ellos les hace felices? En realidad, vivo mi realidad sin hacer daño a nadie, pero me pregunto si mi marido y su marido son felices así o si preferirían saber la verdad. Y también pienso en las niñas: ¿cómo encajarán de mayores que su mamá tenía un secreto?, ¿les puede doler cuando se den cuenta? Estoy hecha un lío. Mil gracias, Coral.
Nines

Nines, pues yo te leo y siento la misma contradicción. Por un lado, creo que es una maravilla que tu amor secreto te haga tan feliz, y coincido contigo en que la pasión entre vosotras sigue porque no vivís el desgaste de las parejas tradicionales. Y si os va tan bien desde hace años, para qué liar las cosas... Por otro lado, si me pongo en el lugar de vuestras parejas oficiales, yo preferiría saberlo porque necesito tener los pies en la Tierra y conocer la realidad en la que vivo. Es cierto que la mayoría vivimos en un mundo de ilusiones (el mito de la democracia, de la justicia, de la paz, el romántico, el de la monogamia, el de la familia feliz, el de la conciliación, el de la meritocracia, el del capitalismo), y que eso nos hace vivir en realidades paralelas. Hay gente que prefiere vivir en estas ilusiones, y gente que no quiere vivir una realidad que no es real, pero esto es un tema muy complejo porque es muy difícil definir la realidad en un mundo lleno de subjetividades. Y porque hemos roto con los conceptos de la objetividad y la normalidad, ahora que sabemos que todo es relativo. Así que si en tu familia cada cual vive su realidad y está a gusto con ella, ¿qué necesidad hay de confrontar las diferentes realidades cuando flotan ahora sin chocar entre ellas? Así es, de hecho, como sobreviven muchas familias en el mundo. Realmente es un tema bien complejo: supongo que lo mejor es seguir pensando en ello sin angustiarse y sin adelantar acontecimientos, ¿y si a ambas familias les pareciese estupendo que sus madres se amen tanto y se lo pasen tan bien juntas? Que también podría pasar…

Coral Herrera

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