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‘PEACEBUILDING’ PSICOTRÓPICO:

Transcender el trauma y el conflicto armado en la Amazonia Colombiana

La medicina del yagé es un camino espiritual de resistencia y de articulación entre comunidades y pueblos. La medicina ancestral promueve la salud mental y espiritual de las comuneras y de los comuneros, así como propician la construcción de la paz y la reconciliación. Gracias a la medicina del yagé las comunidades indígenas reparan sus tejidos sociales, forjan unidad y construyen nuevos liderazgos. Por Miguel Evanjuanoy, ingeniero ambiental y líder del pueblo Inga, y Riccardo Vitale, antropólogo.

Globalización del yagé

Las ceremonias de yagé, brebaje conocido internacionalmente con el nombre quechua de ayahuasca, se han establecido como un fenómeno importante en los mercados y todo parece indicar que tanto la demanda como la oferta siguen creciendo internacionalmente. El yagé comenzó a abandonar la jungla en Brasil en la década de 1930 a través de la aparición de prácticas espirituales sincréticas propagadas por seguidores de personas como Mestre Irineu. Esta migración dio lugar a un movimiento de iglesias de ayahuasca con amplia presencia internacional. Las mas conocidas son el Santo Daime, Barquinha y União do Vegetal (UDV). En Colombia, desde la década de 1990, taitas originarios de las regiones Amazónica comenzaron a oficiar ceremonias en varias ciudades del país. Con los años el consumo urbano de yagé ha ido creciendo y consolidándose. Iquitos, la histórica ciudad amazónica famosa por ser uno de los mayores centros de la bonanza cauchera es hoy día considerada la capital de la ayahuasca, el equivalente peruano de Huautla de Jiménez o Real de Catorce, respectivamente las mecas turísticas mexicanas de los hongos psilocibios y del peyote. Hoy día es posible participar en rituales de yagé en varios países todos los días no obstante que el estado jurídico internacional del brebaje, de las plantas que lo componen y de sus principios activos es generalmente incoherente y orientado hacia la prohibición.

¿Otra bonanza?

La Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana (UMIYAC) es una organización de autoridades espirituales, cuyos miembros son médicos tradicionales y seguidores especializados en la practica de la medicina del yagé. La UMIYAC también trabaja con mujeres sabedoras y conocedoras de plantas medicinales. Esta organización tiene presencia en los departamentos de Putumayo, Caquetá y Cauca, regiones que siguen siendo epicentros del conflicto armado colombiano, un conflicto que a lo largo de mas de cincuenta años ha causado 6,8 millones de desplazados internos y 8,6 millones de víctimas. La misión de la UMIYAC consiste en proteger los territorios indígenas y la selva tropical; preservar el conocimiento y las prácticas medicinales ancestrales y fortalecer la autonomía y la autodeterminación de los pueblos indígenas.

Dentro de la UMIYAC, la expansión del yagé se observa con ambivalencia y preocupación. Los médicos tradicionales más jóvenes acostumbrados a viajar ven de manera favorable la posibilidad de acceder a mercados en crecimiento en zonas urbanas de Colombia y en el extranjero. Al mismo tiempo, existe una preocupación muy real de que, con el crecimiento del mercado de las ceremonias de yagé, aumenten las malas practicas y los pueblos indígenas pierdan el control de un valioso patrimonio cultural y espiritual que consideran propio. Algunos miembros de la UMIYAC entienden que el brebaje ancestral y las ceremonias de sanación son ya parte de un nuevo fenómeno extractivo que inevitablemente debilita a las comunidades indígenas y pone en peligro su supervivencia.

Gobernador, médico tradicional y autoridad espirituyal del territorio Inga, Putumayo.
Gobernador, médico tradicional y autoridad espiritual del territorio Inga, Putumayo.

La extracción en las selvas amazónicas de quinina, de caucho, de hidrocarburos, de oro, de cocaína, de madera, juntos a una larga lista de compuestos bioactivos, han generado grandes fortunas y también han contribuido a la ciencia, al progreso y a la medicina. Bonanza es el término utilizado para describir estos ciclos de extracción frenéticos de auge y caída.

¿Pero bonanza para quién y a qué precio? Cada vez que un nuevo bien de consumo internacional es “descubierto” en la selva amazónica, el precio pagado por los pueblos indígenas es incalculable: esclavitud, violaciones, mutilaciones, devastación ambiental, terror, atrocidades, pérdida de tierras, empobrecimiento, desplazamiento masivo y exterminio cultural y físico. Este es el legado perpetuo de las bonanzas en la selva amazónica.

El rol comunitario del yagé

Hombres, mujeres y niños de hasta cinco años participan en las tomas de yagé. Una toma generalmente congrega a uno o más médicos tradicionales, varios seguidores, invitados ocasionales y pacientes. Las y los pacientes son personas que necesitan curarse de una enfermedad o buscan ayuda para algún problema personal. Los rituales tienen lugar rigurosamente de noche, en casas ceremoniales construidas en madera y llamadas “casas de remedio” o malokas, término, este ultimo, prestado de las comunidades murui.

Casa de remedio cerca del río Caquetá, Colombia.
Casa de remedio cerca del río Caquetá, Colombia.

El canto, las armónicas, las guitarras, las flautas y las percusiones juegan un papel importante en las largas noches ceremoniales. La música cura y alivia el dolor de las duras pruebas que a veces el yagé inflige a quien participa en los rituales. El parloteo y la narración de historias y anécdotas son también características importantes de las tomas de yagé en las comunidades indígenas colombianas. Las casas de curación son espacios privilegiados de discusión y pensar colectivo. Las personas discuten problemas que afectan a sus comunidades y territorios o hablan de problemas personales. Temas frecuentes son el conflicto armado, los retos de la vida campesina y la injusticia social. Durante estas charlas, la empatía colectiva es siempre palpable y se expresa a través de palabras amorosas, amables o silencios compasivos.

La burla y la risa son también parte de los rituales. A veces, los chistes sobre temas delicados como las injusticias sociales, la pérdida de trabajo o la falta de recursos económicos son motivo de risas colectivas, ruidosas y liberadoras.

Brigadas de Salud Espiritual: transcender el trauma del conflicto armado

El riesgo de exterminio cultural y físico es la forma en que la Corte Constitucional de Colombia definió la situación de treinta y cuatro de los ciento dos pueblos indígenas en 2009. Cinco de estas etnias están representadas en la UMIYAC y todas usan el yagé como parte de sus prácticas espirituales, sociales y curativas.

Desde una perspectiva de salud pública, los departamentos donde la UMIYAC tiene presencia muestran cifras alarmantes. De los aproximadamente 337.054 habitantes del Departamento de Putumayo, el 43,7% aparece inscrito en el Registro Único de Victimas. Si consideramos que una familia generalmente es compuesta por un mínimo de dos personas, esto significa que casi toda la población del departamento ha sufrido indirectamente por un evento traumático relacionado con el conflicto armado. Las cifras son igualmente alarmantes en los departamentos de Cauca y Caquetá, donde, respectivamente, el 23% y el 44% de las poblaciones totales están registradas como víctimas del conflicto.

En zonas indígenas fuertemente afectadas por el conflicto armado, el acceso a puestos de salud puede requerir viajes largos y costosos. Sin embargo, las comunidades pueden tratar una gran cantidad de afecciones gracias a la farmacopea local y al conocimiento de las plantas medicinales.

Brigadas de Salud Espiritual
La Brigada de Salud Espiritual en acción. Taita Paolino Mojomboy, médico tradicional del pueblo Inga, curando a un comunero en julio de 2019 en Cauca.

En este contexto, las ceremonias de yagé son los únicos espacios donde las personas que padecen los efectos psicológicos de la guerra pueden buscar y recibir atención. Las ceremonias de yagé, bajo la guía de médicos tradicionales reconocidos localmente, brindan el apoyo especializado que necesitan las personas y las colectividades para procesar y trascender experiencias traumáticas relacionadas a hechos violentos.

Históricamente los médicos yageceros solían viajar de comunidad en comunidad ofreciendo sus servicios. Uno de los objetivos de la UMIYAC es fortalecer esta tradición promoviendo las Brigadas de Salud Espiritual, es decir, delegaciones de médicos yageceros y mujeres sabedoras que viajan a las comunidades para realizar ceremonias de yagé y rituales curativos. Las brigadas espirituales son un ejemplo único e invaluable de salud comunitaria indígena en un contexto en el que ni el Estado ni las agencias humanitarias internacionales tienen idea de la magnitud del daño psicológico infligido en cincuenta años de guerra a grandes sectores poblacionales.

Peacebuilding indígena: yagé, espiritualidad y construcción de paz

En las ceremonias, las y los participantes pueden llegar a un estado no ordinario de espiritualidad y conciencia, mediado por el espíritu vivo de las plantas del yagé. En estos contextos muy particulares, sagrados e íntimos pero también colectivos y políticos, los comuneros y las comuneras, autoridades, lideres y lideresas reconstruyen los tejidos sociales de sus comunidades, forjando y reforzando afectos, lazos y alianzas. En una sociedad lacerada por la guerra y sus trágicos legados de asesinados, desapariciones, confinamientos, desplazamientos y despojo, este es un  proceso clave tanto de peacebuilding como de sanación de traumas, individuales y colectivos.

En palabras de un miembro de la UMIYAC: “Las personas que han elegido caminos de violencia en los grupos armados, legales o ilegales, están volviendo a las aldeas. Esto genera desconfianza. La gente dice que la violencia todavía está dentro de ellos. Esta falta de confianza se supera solo con las tomas de yagé. Cuando los excombatientes participan en las ceremonias y se dejan curar por los abuelos yageceros, están demostrando estar dispuestos a cambiar. Y esto genera confianza en la comunidad porque la gente sabe que gracias a la medicina del yagé estas personas aprenderán nuevas formas de ser y de comportarse”.

La historia de Homer, un seguidor de la medicina del yagé del bajo Putumayo, resulta en este sentido ilustrativa y merece que nos detengamos a escucharla. En sus propias palabras:

“Fui miembro de un grupo armado por casi diez años.  Me reclutaron muy joven y crecí en la vida guerrillera. Después de años de combates y vida dura me cansé y decidí volver a mi comunidad. Me hacían falta mis papas y toda mi familia. Varios de mis compañeros sabían que yo estaba cansado de la vida en el monte y que estaba esperando una oportunidad para irme. Esto me puso en riesgo porque en la guerrilla la deserción se paga con la vida.

Logré fugarme poco antes de la firma de los acuerdos de paz. Al volver a la vida civil trabajé en los cultivos de coca, una de las pocas salidas económicas para los campesinos de mi región. Es un trabajo muy ingrato porque para obtener una buena producción hay que usar muchos venenos químicos. Sufre y se enferma el hombre y sufre y se enferma la tierra.

En mi comunidad tengo un primo mas joven que fue reclutado por los paramilitares. El cuando volvió a la comunidad no hablaba. No salía de la casa. Tomaba trago todo el día y lloraba y lloraba. Un día su mama vino a mi casa y me pidió que hablara con el. Yo fui a hablar con un abuelo yagecero para pedir consejo. El abuelo me digo que los dos teníamos que ir a curarnos con el yagé. Fuimos y empezamos una larga curación que años después todavía sigue. Ahora los dos somos seguidores de la medicina del yagé y secretarios. Es decir, acompañamos al abuelo de comunidad en comunidad y prestamos asistencia durante las ceremonias.

Hace años nuestra propia comunidad nos tenia miedo, decían que éramos hombres acostumbrados a resolver los problemas con las armas. Nuestros mismos familiares pensaban que no íbamos a cambiar y nos tenían miedo. Hoy nos ven como seguidores de la medicina, como personas comprometidas con la espiritualidad, con el territorio, con nuestra identidad y con la cultura.”

La medicina ancestral y el yagé promueven la salud mental y espiritual de las comuneras y de los comuneros, así como propician la construcción de la paz y la reconciliación. Gracias a la medicina del yagé las comunidades indígenas reparan sus tejidos sociales, forjan unidad y construyen nuevos liderazgos. Por esta razón, los médicos yageceros y las mujeres sabedoras de la UMIYAC trabajan para mantener viva las practicas espirituales. Con el yagé y la espiritualidad los pueblos indígenas amazónicos forjan su resistencia y generan la fortaleza necesaria para seguir defendiendo los territorios, la biodiversidad, la cultura y detener el ecocidio y el genocidio.

Un saber amenazado

La medicina del yagé es un camino espiritual de resistencia y de articulación entre comunidades y pueblos. Es también un camino de revitalización cultural, de fortalecimiento organizativo y de fortalecimiento de la gobernanza indígena, que es la base de nuestra autonomía. Con la medicina del yagé sanamos los territorios, curamos las enfermedades de comuneros y comuneras y reconstruimos nuestras comunidades que han sufrido y siguen sufriendo la barbaridad de la guerra.

La medicina del yagé es el motor de la resistencia indígena frente a un modelo económico centrado en practicas extractivas y según el cual todo se puede vender y todo tiene un precio, incluyendo la salud de nuestra Madre, la Naturaleza.

¿Qué son las Brigadas de Salud Espirituales y para qué sirven?

La UMIYAC es una organización de abuelas y abuelos sabedores. Ellos y ellas son los sabios y las sabias de la tierra. Los abuelos y las abuelas conocen los espíritus de las plantas medicinales y gracias al conocimiento de técnicas de sanación ancestrales pueden curar las enfermedades espirituales, mentales y corporales.

Autoridades espirituales de la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonia Colombiana.
Autoridades espirituales de la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonia Colombiana.

El yagé es una planta sagrada de los pueblos amazónicos y por miles de años nuestros ancestros han practicado la medicina del yagé para curar. Las Brigadas de Salud Espiritual de la UMIYAC consisten en llevar médicos yageceros (abuelos y abuelas) a diferentes territorios para oficiar ceremonias espirituales y brindar atención a comuneros y comuneras que sufren. Las Brigadas de Salud son también una forma de recuperar y revitalizar las prácticas culturales, los saberes ancestrales y la salud propia de nuestros pueblos declarados en riesgo de extinción física y cultural por la Corte Constitucional de Colombia. Las Brigadas se inician con una petición a la UMIYAC por parte de autoridades comunitarias que avisan de que en sus territorios hay problemas de salud, de convivencia o de violencia interna, entre otros. Las ceremonias tienen lugar en sitios apropiados, como son las malocas o “casas de remedio”. A veces, pero no siempre, las malocas son construcciones diseñadas y construidas según técnicas arquitectónicas indígenas ancestrales. En estos espacios los participantes comparten experiencias vividas en sus territorios, alrededor del fuego. Aquí reímos, lloramos, danzamos y cantamos de alegría porque con la ayuda de la medicina y de los abuelos liberamos nuestros cuerpos de todas las malas energías.

¿Quién puede practicar la medicina del yagé?

Para los pueblos amazónicos el yagé es una planta viva que tiene espíritu, es poderosa y es muy sagrada. El yagé es la madre de todas las plantas medicinales, es la luz, el camino y la guía para que los pueblos en medio de los conflictos sigan defendiendo y luchando para la pervivencia de sus culturas.

Conocer el espíritu de la planta y seguir el camino de la medicina sagrada es un compromiso de vida que pasa de generación en generación. Los abuelos y las abuelas sabedoras proceden de linajes de familias de sanadores y cumplen estrictas reglas espirituales. Solo los médicos indígenas yagéceros, llamados iachas o curacas, que dedican sus vidas enteras al camino de la medicina tiene los conocimientos necesarios para poder oficiar ceremonias de yagé y curar enfermedades. No todos nacen para ser médicos indígenas yageceros o iachas y es muy peligroso para la salud corporal y espiritual de los pacientes buscar curación con personas que no conocen verdaderamente el espíritu de las plantas.

Resistencia indígena espiritual

La planta sagrada del yagé es una herramienta primordial para seguir resistiendo, luchando y defendiendo nuestros territorios, de todas las amenazas: minería, explotación petrolera, narcotráfico, gobiernos corruptos, empresas multinacionales, ganadería, monocultivos, biopiratería y ahora, la extracción y la manipulación de nuestros saberes medicinales ancestrales por parte de empresas como Inner Mastery, centros espirituales comerciales y charlatanes que se hacen llamar taitas solo porque usan collares de cascabeles, plumas y cusmas.

Una planta de chacruna en crecimiento.
Una planta de chacruna en crecimiento.

Para el mundo indígena es muy preocupante ver como el mundo occidental y los mercados imponen cambios a nuestra Madre Tierra. La explotación de recursos naturales, la expansión de los mercados y del consumo provocan afectaciones al planeta y a nuestras culturas. El mal llamado progreso es en realidad una involución de nuestra conciencia, un alejarse de las leyes espirituales. El modelo económico crea fracturas violentas entre los seres humanos y entre las especies y nos aleja de nuestra Madre Naturaleza.

La resistencia indígena es un camino hacia el futuro pasando por el pasado para recordar y revitalizar nuestra relación con la Pachamama y el yagé es nuestra guía en este difícil y doloroso recorrido.

La sabiduría de las abuelas y los abuelos, sus saberes medicinales y espirituales son la guía, la fuerza y la esperanza de nuestras culturas para seguir perviviendo y resistiendo en medio del conflicto armado. Para los cinco pueblos, miembros de la UMIYAC, el yagé es el alimento sagrado de la vida. El yagé cura y sana el alma y el espíritu y nos libera de influencias negativas y malas energías. El yagé brinda el conocimiento y la sabiduría a nuestros iachas y mujeres sabedoras para que ellas y ellos nos guíen y nos enseñen a vivir en armonía y respetando a la Madre Tierra.

Autoridades espirituales pueblo Siona, Inga, Cofán y Coreguaje durante la asamblea general de la UMIYAC en agosto de 2019, Putumayo
Autoridades espirituales pueblo Siona, Inga, Cofán y Coreguaje durante la asamblea general de la UMIYAC en agosto de 2019, Putumayo.

El modelo económico neoliberal y sus crisis financieras desestabilizan y ponen en riesgo la vida en todo planeta. La extracción de recursos materiales e inmateriales de las regiones amazónicas profundiza la fractura entre los pueblos y la madre naturaleza.  La economía de mercado victimiza a los territorios de diferentes formas: con el acaparamiento de tierras, la entrada agresiva de megaproyectos, la imposición de proyectos agroindustriales, el narcotráfico, la biopiratería, la implementación de monocultivos y la producción de alimentos transgénicos.

La vulneración de nuestros derechos se manifiesta también con la falta de procesos de consultas previas realmente libres e informadas; la falta de acceso a una sana alimentación, la falta de acceso a sistemas de salud eficientes y la falta de acceso a sistemas educativos con enfoque cultural. Nuestras costumbres y practicas ancestrales son también vulneradas, porque para nuestros saberes y practicas culturales no existe ninguna propiedad intelectual. Todo esto amenaza nuestra pervivencia.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #264

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