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El viaje colombiano de Steve DeAngelo

La primera visita del “padre de la industria del cannabis” de Estados Unidos a Colombia fue una aventura de 19 días, vividos entre la brisa montañera de Bogotá y Medellín, el caribe tropical de Cartagena, la guajira ancestral de Santa Marta y los húmedos valles del Cauca. El pasado mayo, el intrépido activista y pionero cannábico derramó lágrimas en la tierra lavada por la sangre de la guerra contra de las drogas; sumó su voz a la de miles de colombianos que clamaron por un cambio en las políticas de drogas; aprendió y dio lecciones valiosas para los que están y para los que quieren entrar en la tribu –y en la industria– del cannabis. En este relato rescatamos los mejores momentos de este intenso viaje.

La primera visita del “padre de la industria del cannabis” de Estados Unidos a Colombia fue una aventura de 19 días, vividos entre la brisa montañera de Bogotá y Medellín, el caribe tropical de Cartagena, la guajira ancestral de Santa Marta y los húmedos valles del Cauca. El pasado mayo, el intrépido activista y pionero cannábico derramó lágrimas en la tierra lavada por la sangre de la guerra contra de las drogas; sumó su voz a la de miles de colombianos que clamaron por un cambio en las políticas de drogas; aprendió y dio lecciones valiosas para los que están y para los que quieren entrar en la tribu –y en la industria– del cannabis. En este relato rescatamos los mejores momentos de este intenso viaje. 

Dicen que las primeras impresiones son las que prevalecen. En el lobby del hotel cerca del centro de Bogotá estábamos varios del equipo de grabación tratando de registrar el encuentro de un indígena del Cauca con un actor de Hollywood. Ya teníamos un conglomerado de curiosos alrededor cuando las atenciones se pasaron de súbito a un nuevo personaje trajeado en azul del sombrero a sus tenis Allstar: Steve DeAngelo irrumpió en la escena y se presentó (como si fuese necesario) a cada uno de los que allí estábamos con una gran sonrisa debajo de sus bigotes canosos, testigos de millones de porros y de décadas de una larga vida dedicada a la causa. Una trenza a cada lado de los hombros, igualmente canosas, completan la descripción de un personaje singular, que al mismo tiempo incorpora los elementos que lo hacen representante e integrante de toda una tribu cultural. Giaco, su escudero y gerente de agenda, lo seguía con la cámara de su Iphone por donde anduviera.
Activista, empresario de éxito, cultivador apasionado, comerciante, contador de historias, inversor, abogado de las minorías, educador, rockstar, marihuano a tiempo completo… Steve ha sido todo eso y, por lo que pude comprobar –tras mis primeras impresiones en las que percibí su elegancia carismática– todavía lo es, con gracia y levedad, en función de la situación o del interlocutor con el que esté tratando. Steve, cofundador y actualmente presidente emérito de Harbourside, famosa compañía de cannabis californiana, vino a la segunda edición de Cannaciencia –uno de los tantos eventos que últimamente se realizan para impulsar la industria cannábica en el país– para presentar su conferencia, justamente titulada: “El renacer del cannabis”. 
La primera lección que recordé al lado de Steve fue la de mirar sin prejuicios. Estábamos de paseo por el chorro de Quevedo, en la Candelaria en Bogotá, nos entreteníamos con un contador que recitaba historias en vivo a una atenta audiencia sentada en la plaza. De pronto un amigo me dijo que había una smokeshop allí cerca que podíamos ir a visitar, pero que no estaba seguro de si el personaje que estaba allí adentro seria el indicado para representar la cultura cannábica frente al visitante: un parcero con la cara tatuada y chapa de mafioso. Yo, que tengo una repinta remarihuanera con dreadlocks y piercings, no pensé mucho antes de transmitir el mismo mensaje a Steve, y reforzar el prejuicio del que también soy victima a diario. A Steve, en cambio, aquello pareció estimularlo más, “¿qué importa como tenga la cara? ¿Cuantas veces ya no le habrán censurado por ello? Vamos a escucharlo, tal vez te sorprenda”. Y así fue. Al sentir desde un corazón abierto y comprensivo, el parcero se reveló un par. Padre de dos niños y dueño de la tienda al lado de su esposa, Mariano era un personaje visado por las autoridades por irradiar y promover la cultura de la marihuana, fue encarcelado por años por ello, y enfrenta amenazas frecuentes a su vida y a la de su familia. Aun así, se resiste a mudar de local, o de vida: “la marihuana es lo más bonito que conozco, no dejaré de transmitir esto a la gente por nada”, dijo entre humos.

Steve Deangelo en Expo Cannabiz Cartagena
La ciencia moderna encuentra el conocimiento ancestral, Steve disertando en Expo Cannabiz Cartagena
La ciencia moderna encuentra el conocimiento ancestral, Steve disertando en Expo Cannabiz Cartagena

La ciencia moderna encuentra el conocimiento ancestral, Steve disertando en Expo Cannabiz Cartagena

Camino a Medellín

“Toda mi vida trabajé para transmitir un mensaje, pero me la pasé ignorado y ridiculizado. Ahora estoy agradecido de tener un público e intento no desperdiciar las oportunidades de ser oído”

Mariano fue quien nos contó que la marcha anual por la liberación del cannabis en Bogotá se había mermado, por las censuras y represión del nuevo gobierno de Colombia. Pero que en Medellín la marcha se haría como de costumbre, el día 4 de mayo, es decir, al día siguiente. Steve no lo meditó más que unos segundos, se levantó y dijo “yo tengo que estar allá”. 
“Mi vida se desdobló conjuntamente a la trayectoria del cannabis”, cuentan las primeras líneas de su libro The Cannabis Manifesto (sin traducción al español) lanzado en 2015, en el que él mismo cuenta como ambas trayectorias se entrelazaron e hicieron historia. Nacido en Filadelfia exactamente a las 4:20 en una tarde del verano de 1958, cuando la marihuana ocupaba los márgenes de la sociedad norteamericana, Steve vivió muchos de los principales sucesos que agitaron la historia reciente del cannabis y la batalla contra su prohibición. En el avión, de camino a Medellín, percibo las arrugas que revelan esas vivencias marcadas en la piel de su rostro; junto con sus oídos de rockanrolero, que me hacen tener que repetir algunas de las preguntas, son las únicas señales notables de su edad. 
Con pausas como quien danza al compás de un ritmo lento, él me cuenta en primera persona historias ubicadas en los movimientos contraculturales de los años 60; en la guerra a las drogas de los 70; en el resurgimiento del cáñamo y las dificultades de los 80; en la reivindicación de los pacientes por el uso medicinal en los 90; así como en el renacimiento científico y en la regulación de marihuana del nuevo milenio. También habla frecuentemente sobre su primera experiencia transcendental con el porro a los 13 años de edad, como si fuese ayer. Su tono es fuerte, vibrante y marcado, pero sin agresividad.

Marcha por la legalización, Medellín
Marcha anual por la legalización de la marihuana en Medellín. La foto es de su ayudante Giaco Ibáñez.
Marcha anual por la legalización de la marihuana en Medellín. La foto es de su ayudante Giaco Ibáñez.

Marcha anual por la legalización de la marihuana en Medellín. La foto es de su ayudante Giaco Ibáñez.

La Marcha

La marcha ya había arrancado cuando llegamos, pero nos recibió David Ponce Patiño, activista de la Comunidad Cannábica Colombiana y uno de los organizadores del evento, y nos llevó entre la multitud. De camino hacia el carro de sonido Steve fue reconocido, fotografiado, reverenciado e invitado a fumar miles de porros por decenas de personas motivadas a compartir su felicidad. Steve se dirigió a la multitud desde los parlantes en dos ocasiones, de manera natural como si tuviese años de experiencia en calentar multitudes, y generó tremenda bulla. “Fue increíble. No esperábamos que él fuese a hablar en español. A pesar de su lento y oxidado español la gente escuchó las palabras ‘una planta, una nación, una familia’, y lo entendió perfectamente, lo recibió de corazón y hubo aún más respecto por él”, me dijo luego David. Antes de que la gente se dispersara salimos para llegar a tiempo de tomar el avión de regreso a Bogotá. 
Steve estaba deslumbrado; transportado en el espacio-tiempo. Las marchas promarihuana que movilizan en el mes de mayo a millares en cerca de 500 ciudades del mundo, empezaron en 1975, con los yippies, uno de ellos Steve, como sus principales impulsores: “El espíritu de la marcha en Medellín es muy similar al que teníamos en Nueva York a finales de los años 70. Una gran y diversa juventud celebrando alegremente el cannabis de manera positiva y pacífica. Aunque no siempre era así. La policía una y otra vez entraba en escena y arrestaba a mucha gente. Me alegra que esto no haya ocurrido aquí. Había mucha gente, cerca de ciento cincuenta mil personas, en paz y comunión, prácticamente no hubo ningún problema”.

Un humanista anarquista

En Bogotá quedaba no más que prepararse para la próxima escala: Cartagena de Indias. Esperando el avión en la sala de embarque del aeropuerto, se nos acerca un pelado de mediana edad con pinta de empresario de startup, y le da un caluroso apretón de manos a Steve agradeciéndole todo lo que hace, y se va. Algo común que tienen las “celebridades” cannábicas que he tenido la oportunidad de conocer es que casi ninguno, sean médicos, científicos, activistas, pacientes, o cultivadores, se imaginaba años atrás con tal status por su relación con el cannabis. Ese no fue el caso de Steve DeAngelo. Desde muy pequeño él estaba convencido de que esta planta era la llave para la comprensión de la vida y para la transformación positiva de la sociedad, y puso su energía en la lucha por su liberación. “Toda mi vida trabajé para transmitir un mensaje, pero me la pasé ignorado y ridiculizado. Ahora estoy agradecido de tener un público e intento no desperdiciar las oportunidades de ser oído”, decía, a modo de excusa para detenerse y darse el tiempo de interlocución cada vez que alguien se acercaba a conocerlo.
Dejamos Bogotá bajo una fuerte e intermitente incontinencia ambiental. De la ventana del avión me despedí del smog húmedo que se acumula encima de la ciudad y seguí preguntando a Steve por sus valores y creencias.
“El cannabis puede cambiar el mundo, pero no lo va a hacer si esperamos sentados”, me explicó. Cuando le pregunté por su actual orientación política me contestó: “Soy un humanista. Creo en la justicia social y en la libertad, y me inclino hacia el anarquismo, pues el autoritarismo y sus injusticias son problemas recurrentes de los gobiernos de cualquier orientación política, derecha o izquierda”.

“Creo en la justicia social y en la libertad, y me inclino hacia el anarquismo, pues el autoritarismo y sus injusticias son problemas recurrentes de los gobiernos de cualquier orientación política, derecha o izquierda”


La conexión de estos valores con los de la causa de la liberación del cannabis es natural, ya que “cuando cuatro veces más negros son arrestados por delitos relacionados con cannabis, se vuelve una cuestión de equidad racial; cuando los derechos individuales se erosionan a punto de que la policía tenga impunidad institucional para abusar o agredir a las personas con la excusa de buscar marihuana, se vuelve una cuestión de gobernabilidad constitucional; cuando millones de personas mueren a causa de la violencia por la guerra en contra de las drogas, se vuelve una cuestión de lucha por la paz”. La legalización del cannabis parecía una estrategia que podría, de un solo golpe, mejorar muchos problemas sociales simultáneamente: “No creo que exista otra posibilidad en la que pudiésemos cosechar tan rápidamente tamaña abundancia de beneficios sociales”.
Le pregunto por la despenalización de otras drogas que son el blanco de esa guerra infinita, por los beneficios sociales que junto con la legalización del cannabis podrían reportar al mundo. Sin embargo Steve no lo ve equiparable: 
“No es exactamente igual. El cannabis tiene mucho más potencial. Los cactus, los hongos y muchas otras plantas visionarias son valiosos guías espirituales y pueden transformar muchas cosas, pero ninguno fue capaz de generar la cultura global solidaria y provocadora como la que la marihuana creó. Además, no se puede construir una economía alrededor del peyote, por ejemplo, como se puede con la marihuana. De hecho, no hay ninguna otra planta conocida tan versátil y abundante. El aprovechamiento completo de la planta de cannabis puede alimentarnos, vestirnos, remediar las enfermedades, sostener edificaciones para abrigarnos, proveer energía renovable, además de conectar nuestro espíritu al de la madre tierra a través del ritual del consumo de su poderosa resina. Todo eso de manera más sana, más limpia, más rápida, más ecológica y más eficiente que cualquiera de las fuentes que actualmente utilizamos para cumplir con esos fines.” 
Le pregunto si cree que en un futuro próximo podremos verlo:
“¡Sí! Totalmente. Todo apunta a que es la hora y el lugar para que todo eso pase. Estamos en un punto decisivo en la historia de la humanidad, un momento en el que lo que ahora mismo se hace tendrá un impacto gigantesco para el futuro del planeta. Tenemos poco tiempo antes de un colapso ambiental que puede anular nuestra existencia como especie humana. Tenemos que buscar una salida rápida, pero consistente. El cannabis tiene todo para ser nuestro pasaporte para el viaje de libertad en la búsqueda del reequilibrio. Cuando esa planta salga de la oscuridad en la que le han encarcelado hacia la luz de la ciencia y de la espiritualidad, podremos visualizar su verdadera esencia. Busqué este momento activamente durante toda mi vida, y te confieso que pensaba que tardaría menos, pero ese viaje por fin ya arrancó, y nosotros somos los encargados de darle rumbo. Siento que este es un momento que se asimila al de los veranos de 1968, cuando había una atmosfera favorable al cambio y una sensación de que nosotros teníamos el poder de transformar la historia. También era un momento fértil, pero diferente al de hoy, faltaba algo substancial, alrededor del cual pudiésemos crear y enriquecer una cultura capaz de traspasar generaciones. Entonces él bebé se terminó botando con el agua del baño... Ahora, con el cannabis tenemos ese algo, sobre el que además podemos crear toda una economía diversificada, de múltiples industrias, aptas a sostener la estructura sobre la cual se puede edificar este sueño”.  

Reunión con Asociación de productores
Reunión sobre alternativas estratégicas con la Asociación de productores de cannabis del Cauca y gobernadores de la Nación Nasa.
Reunión sobre alternativas estratégicas con la Asociación de productores de cannabis del Cauca y gobernadores de la Nación Nasa.

Reunión sobre alternativas estratégicas con la Asociación de productores de cannabis del Cauca y gobernadores de la Nación Nasa.

Una conversación con Juan Manuel Galán

Estábamos desayunando en el hotel adonde se hospedaban algunos participantes de la Expo Cannabiz Cartagena, un evento similar al de Bogotá, pero más orientado al negocio, cuando coincidimos con otro de los conferenciantes, Juan Manuel Galán, hijo del emblemático líder Luis Carlos Galán –el defensor de causas sociales que pudo haber sido presidente de Colombia en 1990 si no hubiera sido asesinado por Pablo Escobar–. El exsenador Juan Manuel Galán fue el autor de la ley 1787 de julio de 2016, que creó el marco regulatorio para el acceso al uso médico y científico del cannabis. La conversación la inició Steve con una pregunta:
–¿Cuáles serían los desafíos del cannabis en Colombia? 
–Yo creo –respondió Galán– que lo que viene es una nueva especie de guerra. Cuando la marihuana reemplace tratamientos médicos que hoy cuestan más de treinta mil dólares, las farmacéuticas no van a estar contentas. 
–Es cierto –asintió Steve–. En cualquier lugar donde el cannabis fue permitido el consumo de fármacos disminuyó. Las principales financiadoras de campañas difamadoras en EE UU son las farmacéuticas.
–Mientras tanto, las pocas empresas de cannabis están gastando recursos y peleando entre sí para ver quién sale en el periódico como el primero que importo una semilla o el primero que exporto unos cuantos gramos a Canadá o Alemania… No prevén el peligro que se anuncia. No entienden que sería mejor que dispusiesen sus recursos conjuntamente, hacia la producción de evidencias científicas y educación, y tener instrumentos para esa batalla farmacéutica. 
–A la invasión de la Big Pharma, tengo otro problema que sumarle –siguió Steve tras escuchar a Galán–. La concepción que la farmacéutica convencional aporta es romper los componentes de la planta, y emplear solo principios activos aislados. Es un proceso que encarece la medicina y, al final, es contraproducente. En nuestra experiencia en Harborside los aislados funcionan con la mitad de la efectividad si lo comparamos con el empleo del espectro completo de componentes. Entre el noventa y cinco y el noventa y nueve por ciento de nuestros millares de pacientes son mejor atendidos por extractos completos. En un mercado medicinal maduro y asequible la gente se da cuenta de esto y casi nadie escoge el fármaco aislado.  
Galán ya estaba familiarizado con el famoso efecto “entourage”, el fenómeno natural comprobado en estudios científicos que comparan la eficacia del consumo de extractos de espectro completo al de mono moléculas aisladas. Es algo como comparar el alcance del trabajo en equipo al del de un solo individuo. Steve prosiguió: 
–Otra cosa que te quería comentar es que desde la legalización plena en el 2018 estamos viendo disminuir drásticamente el número de clientes en los dispensarios. La gente volvió a comprar en la calle, del mercado ilegal, porque no pueden con los precios que, entre impuestos y procedimientos de gran logística, nos han forzado a aplicar. En muchos lugares las restricciones a la operación cannabica son más estrictas que las de la basura nuclear, y los impuestos son absurdos. Antes del 2018 tuvimos 23 años de mercado desregulado, al que llamo “legacy market”. El legado de ese periodo fue una diversidad enorme de productos, servicios y negocios que derrochaban creatividad, resultado del trabajo de personas apasionadas por la planta, y que no necesitaban mucho para iniciar su negocio. Hoy esas iniciativas están siendo sofocadas y forzadas a abandonar el mercado. La riqueza se está concentrando y los precios finales están aumentando, mientras esta economía crece. Aprendimos que las reglamentaciones no están bien diseñadas. Y veo señales que apuntan a que pase en Colombia el mismo fenómeno. Y te invito a pensar sobre el problema. 
En su conferencia en la tarde, con el salón principal de la Expocannabiz lleno, Juan Manuel Galán retomó dos puntos de la conversación con Steve. Seria importante no grabar con impuestos excesivos el cannabis para que sea asequible y la gente no lo compre en el mercado ilegal; y es importante que la industria incorpore a los herederos del “legacy market”, aficionados y apasionados por la planta que siempre estuvieron cerca a ella y que son los que pueden aportar rápidamente el conocimiento necesario para arrancar bien. 
Esa noche, en el taxi de vuelta al hotel, escuchábamos en silencio las noticias en la radio. Entre otras notas breves de la sección económica, la voz por los parlantes anunciaba: “Crece el número de empresas licenciadas para la producción de cannabis, que sigue atrayendo a empresarios. Especialistas explican que el panorama legislativo pionero permitirá al país volverse una Arabia Saudita del cannabis”. 
Riendo, Steve preguntó: “¿Dijo Arabia Saudita del cannabis?”. En una metáfora infeliz y descuidada el locutor probablemente quiso decir que Colombia tiene el potencial de producir tanta marihuana como Arabia Saudi petróleo. Pero terminó encumbrando como modelo a un país que restringe con mano de hierro las libertades individuales en favor del poder económico de unos pocos sustentados por petrodólares. Una situación diametralmente opuesta a la que plantea, o debería, la liberación del cannabis. “La gente esta tan concentrada en la parte económica, que no le importa construir un mundo diferente con todo esto”, remató cabizbajo. 
 

Steve Deangelo en Cannabiz Cartagena
Conversación en la reunión empresarial de Cannabiz Cartagena.
Indígenas kogui.
Visita a indígenas kogui, en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Cultivos del Cauca.
Steve con Giaco en una divertida caminata por los cultivos del Cauca.
Jardín de Rodrigo Pavi.
En el jardín de Rodrigo Pavi, indígena nasa del Cauca.
La fuerza que nos acompaña La fuerza que nos acompaña

“Mi nueva misión es comunicar lo que aprendí y juntar a las personas que quieran escucharlo”. En el hostal museo del cannabis en Toribío, Cauca, sentados a la mesa en el atardecer, fumando un poco de patimorada y mirando las luces de los cultivos de marihuana prenderse poco a poco como estrellas de constelaciones, seguimos hablando. Nos ha impresionado la noticia del ataque unos días antes a la estación de policía y el toque de queda instaurado por las nuevas disidencias de las FARC. Steve da una calada y después de una lenta exhalada dice: “Me siento responsable como americano. Como consumidor y como vendedor de hierba Colombiana y que contribuyo a traer sufrimiento a este país. Este viaje es el cierre de un gran ciclo para mí. Me acuerdo claramente cuando la guerra a las drogas fue lanzada, y cuando se empezó a hablar del Plan Colombia. Me siento triste de haberme sentado con amigos colombianos y haber visto lagrimas caer de sus rostros. ¿Qué podría haber sido de Colombia si el cannabis no fuese controlado como el peor enemigo? ¿Qué hubiera pasado si el cannabis hubiese sido legal? ¿Será que parte de lo que ha pasado podría haberse evitado? ¿Se habría vuelto Colombia una potencia económica?”

En ese momento llega Marcos, responsable del resguardo indígena y vicepresidente de la Asociación de Productores de Cannabis del Cauca. Él nos trae un poco de rosin y terpenos destilados producidos allí mismo, y nos muestra cómo ha ingeniado mezclar ambos para usarlo en el vaporizador. 

Steve reanuda la charla: “Mi misión en la vida siempre fue legalizar el cannabis. Después de mucha pelea lo logramos… Pero, entonces, miré a mi alrededor y no conseguí respirar aliviado. La legalización no era el fin de una línea, sino el comienzo de otra nueva serie de desafíos. Estoy seguro de que si incorporamos esto a la economía como una simple mercancía, separando el producto de los valores que esa planta nos enseña –como la compasión, el respecto a la diversidad, la libertad, el compartir, la sostenibilidad–, entonces perdemos lo más valioso que nos puede dar. La industria legal del cannabis necesita ser una nueva industria en el mundo, que refleje esos valores que la planta nos enseña. Para eso no puede dejar afuera a los pequeños emprendedores y amantes de la planta.Tenemos que movilizar toda esa tribu de apasionados alrededor del mundo para actuar bajo esa conciencia. Me doy cuenta de que hay una fuerza mayor moviendo y uniendo personas, nuevos y necesarios actores, de distintos lugares y posiciones que entran en juego muchas veces llevados por lo que parece ser una fuerza que nace de la ocasión. Yo doy la bienvenida a todos lo que vengan a ayudar”. 

Eventualidades azarosas parecían dirigir la sucesión de los hechos, que aun así se iban encajando perfectamente en este viaje. Unos días antes perdí todo lo que había estado construyendo en Bogotá desde hacía un año; sin embargo, de no ser por este cataclismo inesperado, ni mi viaje ni este cuento habrían acontecido. Sentía que las oportunidades en mi vida surgían como en un origami que revela un nuevo formato a partir de errores de ejecución en los pliegues. Entendía bien las palabras de Steve y le comenté cómo me sentía. Él, en sintonía y sin mostrar sorpresa alguna, me contestó en su tono pausado: “Desde las más simples casualidades, como haber nacido a las 4:20 o estar siendo entrevistado por un reportero apellidado Mota, hasta las más sorprendentes, todas sirven de algo. Y allí está esa fuerza. Para entenderlo basta escuchar”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #12

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