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Videojuegos e infancia: ¿qué hacer como padres?

Sin que sirva como guía profesional, este texto trata de encontrar algunas ideas para padres perdidos sobre el medio del videojuego y que quieran jugar junto a sus hijos.

La relación entre las obras de arte, producción cultural o similares y la etapa de edad que va desde la infancia hasta la adolescencia tardía comenzó a ser un motivo de preocupación tal vez a inicios del siglo xx. Probablemente, las dos corrientes de psicología dominantes, psicoanálisis y conductismo, tuvieron la culpa. En ambas, de manera directa o indirecta, se afirma que las actitudes mentales de un adulto (o su comportamiento, según nos situemos en un lado de la valla o en el otro) vienen condicionadas por lo que vivimos siendo niños. En esa edad, se entiende, somos una tablilla rasa en la que se imprime el comportamiento futuro. Es curioso porque, aunque se sabe que esto es correcto solo en parte, y que la vida mental de un adulto también cambia constantemente con sus vivencias, la American Psychology Association (APA) hasta hace casi nada llegó a negar obstinadamente que no solo lo que te ha pasado de niño condiciona. Dicho esto, es una preocupación para los padres pensar a qué pueden estar expuestos sus nenes, pues, se entiende, esto puede marcarles para bien o para mal su futura adultez.

El criterio científico-médico, como por ejemplo cuando se recomienda que un niño no consuma cocaína, puede estar avalado por estudios que, lejos de ser perfectos, tal vez nos puedan dar una idea de a qué exponer a un menor. Con la cultura, que es un tanto más cualitativa, tal vez tengamos más problemas. Los gobiernos e instituciones encargadas de la protección al menor encuentran modos de señalar productos aptos para el consumo de según qué edades. Pero, lejos de ser un criterio cerrado, la realidad demuestra que prevalece el corte político e ideológico más allá del profesional cuando personas como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, considera que hay que revisar libros de texto por “contenido adoctrinador”; o cuando partidos de extrema derecha como Vox consideran inadecuado que se enseñe educación sexual en el colegio. En el punto contrario encontramos a los partidos de izquierda, que también tratan de incluir en lo que se consume contenido que ellos consideran adecuado. En el fondo está la misma cuestión: lo que se consume de niño formará al adulto del mañana.

Luigi’s Mansion

El cine encontró un modelo comprensible basado en edades: menores de 7, 13 y 18 años. De ese modo, un adulto puede saber por anticipado que Buscando a Nemo es una película de animación para niños, mientras que Cuando el viento sopla, también de animación, igual no es para tan niños. ¿Qué pasa con los videojuegos? Pues aunque muchos padres de mi generación ya han crecido en un entorno con videojuegos, muchos desconocen que en Europa se instaló el sistema Pan-European Game Information (PEGI), que nos indica si tal o cual juego es recomendable para menores. Además de incluir la edad recomendada también nos dice qué podemos encontrar en el juego. ¿Abuso de drogas?, ¿cosas que dan miedo?, ¿violencia explícita?, ¿sexo? Todo está en el PEGI, al igual que está en las descripciones que se hacen de las películas. Entonces, ¿tener un sistema que nos diga qué es pertinente o no elimina toda cuestión? Desde luego que no, pues los casos frontera son numerosos y, como dijimos, el criterio de a qué debe ser expuesto o no un menor tiene mucho que ver con la cultura, la política y la ideología. Pero no tenemos otra por el momento: al menos esto sirve como cierta guía a los padres acerca de un medio sobre el que no tiene por qué tener un conocimiento explícito.

Nintendo, la gran marca para niños

Luigi’s Mansion
Luigi’s Mansion

Si uno no tiene muy claro si su hijo debería estar jugando a tal o cual juego, si este es de Nintendo, lo más probable es que sea para críos. Esto, que puede parecer un demérito para el adulto resabiado, es justo lo contrario: se halaga la capacidad que tiene Nintendo para hacer videojuegos que sean estupendos como videojuegos y, a su vez, sean adecuados para cualquier tipo de edad. Es probable que al público al que más apele sea al infantil y juvenil por sus temas, sin embargo, nadie puede decir que Zelda: Breath of the Wild sea un juego solo para niños, y dada su complejidad, igual debería ser un juego para no tan niños.

Entre su numerosa ludografía podemos señalar clásicos elementales que entienden perfectamente la idea de que un videojuego es juego y juguete. Por mucho que a los que hemos crecido con el videojuego nos puedan atraer aspectos más maduros del medio, no conviene olvidar que su función primordial es la de ser un vehículo para el juego y esto es, en primera instancia, algo que hacemos para divertirnos, distraernos o, a veces, aprender por otros medios. Dicho esto, Super Mario Odyssey (2017) me sigue pareciendo el mejor juego que se ha hecho en los últimos ocho años. No solo es uno de los mejores juegos de Mario, además, es perfecto para niños, tanto para que lo jueguen como para acompañarlos mientras lo hacen. El juego es de un solo jugador, así fue creado, pero permite que se incorpore un segundo jugador siendo Cappy, la gorra de Mario. Es un apaño que no acaba de funcionar al cien por cien, pero a los niños les gusta compartir lo que saben hacer (al menos, a muchos de ellos) y sentirse acompañados en el viaje. Dentro del universo de Mario destaca Luigi’s Mansion 3 para niños un poco más mayores a los que les guste el miedo muy flojo, pues aquí llevamos al hermanísimo de Mario mientras caza fantasmas en un lúgubre hotel. Al igual que Super Mario Odyssey, es un juego pensado para jugarlo solo, pero al poco tiempo el juego abre la puerta a un multijugador limitado en el que un jugador puede llevar a Gomiluigi, una especie de versión ectoplásmica de Luigi, que es útil para resolver algunos puzles. Luigi’s Mansion es muy recomendable en este sentido. Del mismo modo, la saga Kirby, como Kirby and the Forgotten Land (2021), también es excelente.

Kirby and the forgotten Land
Kirby and the forgotten Land

Si el chaval ya se maneja solo y prefiere ir por su cuenta, Pokémon o Zelda son buenos puntos de entrada. Pokémon (casi cualquiera de sus iteraciones) sigue teniendo un no se qué (que yo nunca entendí) que conecta bien con la chavalada en su intento de “hacerse con todos”. En realidad, Pokémon va sobre un chaval que secuestra animales, los entrena para pegarse contra otros. Nos quejamos de las peleas de gallos, pero esto es parecido. Si uno obvia este extraño giro de los acontecimientos, Pokémon es un destacadísimo juego para niños. Zelda, sobre todo el Breath of the Wild, requiere más habilidad: los puzles son más complicados y el combate requiere un poco más de habilidad. Nada que un niño de doce años no pueda superar, pero pide que a los que son más pequeños se les ayude, en cierta medida, a dirigirse en el extensísimo mapa y la cantidad de actividades diferentes que se pueden realizar. Salvado ese escollo (que no es poco), el juego es una experiencia única. Ya me hubiera gustado a mí encontrarlo a esa edad, y no tan tarde, cuando me cuesta mucho más valorar este tipo de iniciativas lúdicas.

Pokemon Sword and Shield
Pokemon Sword and Shield

Podríamos estar toda la vida recomendando juegos de Nintendo. Por señalar un par más que son bandera de la marca, Mario Kart y Splatoon, también son un referente del multijugador. El primero es mejor jugarlo en “multijugador de sillón”, mientras que el segundo se plantea como un multijugador competitivo por equipos de toda la vida. Sea como sea, juegos a los que jugar con niños.

…Y todos los demás

Es obvio que no solo Nintendo hace buenos juegos para niños. El resto de compañías también los hace, igual no tan buenos. Lo que suele pasar es que no hacen bandera de marca a esos juego. God of War, que tiene de “para niños” lo que yo de jesuita, es mucho más importante para el catálogo de PlayStation que Astro Bot, cuando el segundo es, probablemente, de lo mejor que se ha sacado como IP propia en los últimos diez años. De hecho, si uno recuerda los primeros anuncios de PlayStation, allá por los principios del milenio, no era publicidad para niños, aunque sí para adolescentes hormonados: se vendía una consola con un sello distintivo a eso que hacían otros, en concreto Nintendo. En PlayStation vas a poder reventar cabezas de zombis en PEGI 18, mientras que los nenes siguen jugando a Mario. Esto que suena a parodia lo he vivido en persona cuando una mujer que se dedicaba a la educación infantil en un colegio de Cáceres me comentó, durante unas charlas, que los niños se asignaban etiquetas entre ellos según a lo que jugaban. De este modo, el que jugaba a Call of Duty era considerado más mayor, y guay, y duro, y etc.; es decir, lo contrario a una “nenaza” (sus palabras), aquel que jugaba, por ejemplo, a la Nintendo. A nadie se le escapa que Xbox y PlayStation han dirigido sus productos al público más adulto, y siguen vendiendo sus consolas a esa gente, pese a que a los niños y a su gusto por lo prohibido también les atraiga.

Astro’s Playroom
Astro’s Playroom

¿Recomendaciones? Muchas, claro. Destaco algunas que a lo largo de estos años hemos ido recogiendo en este espacio. Astro Bot Rescue Mission es uno de los juegos de plataformas más excelentes realizados en los últimos años. Problema: solo está para la realidad virtual de PlayStation, lo que le ha dejado fuera de un circuito muy amplio. Por “fortuna”, hay una versión de Astro Bot llamada Astro’s Playroom, que viene gratis al comprar la PlayStation 5 y que no deja de ser una demo técnica alargada a una experiencia de unas horas, pero que resulta ser de lo mejor del año 2020. Todos estamos a la espera de que se saque un Astro nuevo que ni sea exclusivo para PlayStation VR ni sea una demo técnica. Siguiendo la estela de los plataformas, cualquier Banjo-Kazooie (un poco de nostálgicos puretas) o los Crash Bandicoot son siempre una garantía de diversión para los chavales, aunque, tal vez, dadas las sensibilidades modernas, Ratchet & Clank: Rift Apart (2021) sea el más recomendado, tanto por su historia como por su calidad técnica.

It Takes Two (2021)
It Takes Two (2021)

Si eres de los padres a los que les gusta jugar con sus hijos, o tus protegidos son de los que les gusta compartir la experiencia, It Takes Two (2021) es el juego más imaginativo del año pasado. Desde mi perspectiva, el juego del año. Tiene dos inconvenientes: necesita que el niño que juegue tiene que estar un poco acostumbrado a jugar, pues hay partes que requieren bastante coordinación entre las dos partes; superado eso, el juego es ideal para atar vínculos afectivos entre las dos partes. El otro es que la historia es un poco más adulta, tal vez, para el gusto infantil, pues trata de una pareja que se está divorciando y está arreglando sus asuntos después de que mágicamente se hayan convertido en dos muñecos. Nada fuera de lo normal en cuanto a diálogos y demás, pero está claro que los adultos disfrutan más con las sutilezas. Aun así, se puede disfrutar sin cortapisas y es de lo mejor como multijugador cooperativo. En este sentido de multijugador cooperativo, es más sencillo Unravel Two (2019). Aunque sea peor juego puede reportar el mismo tipo de sensación de hilar vínculos entre progenitores e hijos, aquí nunca mejor dicho, pues trata de dos muñecos de trapo que van atados entre sí.

Minecraft
Minecraft

Minecraft, pese a ser un tópico ya, es un grandísimo juego para niños. O al menos lo es mientras los niños no vean a demasiados casters que juegan a Minecraft y que convirtieron un juego que promueve la creación y el comunitarismo en una distopía de culto a la identidad. Pero bueno, el problema de muchos casters sigue siendo eso, confundir el tener una comunidad con ser comunitarista. No es el único juego de estas características y, si el tutor del niño quiere buscar alternativas, existen muchísimos clones de este juego que pueden ser perfectamente válidos. Más de creación: The Sims, aunque sea un tanto una metáfora de nuestra sociedad de consumo, es un juego interesante para según qué edades. Roblox, también; no es un juego exactamente de construcción (ni siquiera un juego propiamente dicho), sino una herramienta de creación de minijuegos que suele triunfar entre los más pequeños. ¿El motivo de este triunfo? De nuevo, tal vez los casters que ven en YouTube o Twitch. Como detalle curioso decir que, por descontado, los casters, que ahora son el referente de los niños, tanto ponen de moda ciertos juegos, como dejan de ponerlos. Es por estos motivos que muchos juegos de sustos de temática de horror se convierten en un éxito entre niños, como es el caso del juego episódico Poppy Playtime (2021). ¿Han visto un muñeco de color azul con una boca llena de afilados dientes en brazos de algún niño y que se vende los bazares? Bueno, pues ese muñeco es el “malo” de Poppy Playtime. Prefiero, dada una temática morbosa, Plantas vs. Zombis, que es más inteligente y divertido.

Podríamos continuar años, pues, en realidad, existe una cantidad considerable de juegos a los que los niños pueden jugar. Mi recomendación, tratando de ser poco moralista y teniendo en cuenta que no tengo ni idea de educación infantil, sería que los padres se informen antes (obvio) de dejarles jugar a algo en concreto o que les acompañen en el juego. Entre el PEGI y que cualquier juego puede ser encontrado en YouTube para saber cómo es, hay poco espacio para poder decir: “No tenia ni idea de a qué jugaba el nene”. Por otra parte, ahora los niños juegan cada vez más a juegos en plataforma de móvil. El problema ahí no es tanto el contenido del juego, sino los sistemas de monetización de los mismos: nos enseñan que el juego es gratis, pero para poder hacer cosas específicas hay que pagar mucho más de lo que costaría el juego si no fuera gratis. En eso sí que está el verdadero mal radical.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #297

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