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Albert Tió y Víctor Segués cumplen un año en la cárcel: “La sociedad evoluciona y las leyes tienen que adaptarse”

Albert Tió consigue el tercer grado para salir de prisión durante el día
Víctor Segués y Albert Tió antes de ingresar la prisión de Lledoners.

Entrevistamos a Albert Tió, activista cannábico que cumple una condena de cinco años por ser parte de la junta directiva del club cannábico AIRAM.

Hoy se cumple un año desde que la junta directiva de la asociación cannábica AIRAM entró en prisión con una condena de cinco años impuesta por el Tribunal Supremo. La Asociación Independiente Recreativa de Autoconsumo y Medicinal (AIRAM), nació en Barcelona en 2011 como asociación de consumidores de cannabis y como club con una amplia actividad cultural. La asociación, que tuvo un rápido crecimiento en poco tiempo —llegando a los 4000 socios registrados y a los 1,2 millones de facturación anuales—, fue registrada por la policía en distintas ocasiones y finalmente clausurada en 2014 tras una intervención a un cultivo colectivo para los socios. El Supremo condenó al presidente, tesorero y secretario de la asociación por delitos contra la salud pública y asociación ilícita.

Entrevistamos a Albert Tió (Barcelona, 1967), activista cannábico, presidente de la Fedcac y uno de los impulsores del partido cannábico Luz Verde, quien cumple condena por haber desempeñado el cargo de secretario en AIRAM

Primero de todo, ¿cómo estás y en qué punto de la condena te encuentras?

Intento siempre estar bien y de momento todo el tiempo que hemos estado en la cárcel lo hemos llevado de la mejor manera posible. A partir del cuarto mes nos dieron el tercer grado: salíamos cada día a las 7 de la mañana y volvíamos a dormir a las 8. Estuvimos un par de meses así y ahora ya estamos en Barcelona, vamos a dormir cada noche y estamos el fin de semana en casa con nuestras familias. Es el mejor escenario posible dentro de la barbaridad de años que son, pero aun así se va a alargar. Los niños van preguntando cuando se acaba.

Entramos en noviembre de 2020 y la condena es de cinco años. Dicen que lo normal es cumplir al menos la mitad de la condena, por lo que nos vamos a 2023 como mínimo. A partir del próximo mes de febrero, que ya habremos cumplido una cuarta parte de la condena, podremos aspirar a tener permisos de 10 días al mes para poder estar en casa una semana entera. Y estamos pendientes de un indulto del Gobierno español, que no tiene ningún plazo para concederlo, y que puede ser un indulto total o parcial. Esa es la situación, por lo demás, tener mucha paciencia y seguir intentando que sirva para algo, porque ya que estamos metidos allí pues que esto también remueva todo el debate y ayude a acelerar los cambios que tanto necesitamos.

¿Ha cambiado tu percepción sobre el sistema penitenciario desde que entraste en la cárcel?

Ha cambiado, porque no es lo mismo lo que me yo me hubiera informado que vivir una experiencia desde dentro, en una situación dura e intensa. Ya por los estudios de sociología que he cursado sabía que las cosas no son ni blancas ni negras, que hay muchos matices, y que hay mucha gente que está allí que no tendría que estar allí, por no tener dinero y no poder pagarse un abogado para estar fuera. Hay muchas circunstancias y nuestros problemas son muy pequeños comparados con la cantidad de situaciones dramáticas que tiene la gente que está en la cárcel.

No creo que haya gente mala, simplemente que las circunstancias llevan a cometer errores o a escoger caminos que quizá no son los mejores para uno mismo. También creo que tiene que haber unas leyes para todos, y que igual que tenemos derechos tenemos deberes. Los delitos con víctimas sí que entiendo que puedan estar castigados con penas así. Pero delitos que no hay víctimas, sino que se ha ayudado a gente, se ha intentado hacer incidencia política para hacer que las leyes se adapten a la evolución social y no sea lo contrario, no deberían recibir un castigo así. La sociedad evoluciona y las leyes se tienen que ir también adaptando y cambiando. Eso es lo que estamos intentando y esperamos que pronto se pueda conseguir entre todos. 

Albert Tió y Víctor Segués cumplen un año en la cárcel: “La sociedad evoluciona y las leyes tienen que adaptarse”
Foto: www.juana.guru

¿Te has encontrado con muchos presos por temas de drogas?

Sí, hay un montón de presos por drogas, y la mayoría por cannabis… Delitos contra la salud pública es la razón por la que la mayoría están allí, porque la gente está desesperada, no tiene para comer o alomejor tiene gente que alimentar. Analizando la situación, qué mejor que hacer que todo ese dinero se lo lleve el Estado, en impuestos para la Seguridad Social, para la educación. Es dinero que hace falta en una crisis tan grande como la que tenemos, no solo económica, sino sanitaria, política, social, y climática. Para todo eso creo que el cannabis puede ayudar.

¿Qué has aprendido en todo este proceso?

La parte buena de todo esto que nos ha dado mucho tiempo para pensar, ordenar las ideas y nos ha dado mucha energía, porque al final aprendes a canalizar tu energía, a dosificarla y a sacar lo mejor de cada situación. Ser proactivo y ser propositivo, en vez de hundirte, y empezar a sembrar semillas, que también es otra metáfora del movimiento cannábico. Sembramos semillas de proyectos que luego pueden fructificar o no, puede venir la araña roja y joderlos, o pueden salir bien. Ver las cosas positivas en cualquier situación, por dura y dramática que sea, e intentar aprovecharlo y aceptarlo como parte de tu vida. Eso es lo que contamos en el libro que vamos a sacar con lo que hemos estado escribiendo allí dentro.

¿Estáis escribiendo un libro?

Sí, como digo, he leído y he escrito más allí en tres meses que en toda mi vida. Y fue Sergi Cuixart quien nos aconsejó que escribiéramos todo lo que pudiéramos. Le hicimos caso y estuvimos en la biblioteca la mayoría del tiempo, yo empecé a escribir todos los días, a modo de diario y como terapia. Luego teníamos tantos manuscritos que pensamos en hacer algo con ello. Pensamos en aprovecharlo como una forma más de dar visibilidad, no solo a nuestro caso, sino a toda la gente que tiene que pasar por esto, que hay mucha más y no somos solo nosotros. Vamos a intentar aprovechar alguna fecha de la primera parte del 2022 y pronto pondremos la reventa para que la gente pueda comprarlo y ayudarnos a editarlo y poder imprimirlo.

¿Cómo ves la situación en España con todos los movimientos que han habido últimamente?

Es un movimiento que como sociólogo es muy interesante de analizar. Nosotros intentamos poner nuestro granito de arena como activistas para que la cosa se acelere y se abra el debate. También hemos creado el partido político Luz Verde con la gente navarra de RCN-NOK, que ya lo tenía creado, para intentar no solo hacer incidencia desde la sociedad civil, sino también centrarnos en el Congreso, donde se legisla. Con conseguir un escaño a nivel simbólico para poder presentar propuestas ya nos serviría, hay que ser realistas. Creo que es compatible ese trabajo con la movilización y con seguir peleando a nivel del movimiento asociativo y de todos los demás sectores del movimiento cannábicos que están también afectados: bancos de semillas, grows, mundo del CBD, distribuidores… todo está perseguido por la política actual.

Estamos en una situación en la que la agencia española del medicamento está permitiendo que otros países puedan importar desde España lo que se cultiva aquí para que allí puedan disfrutar de sus terapias medicinales. Mientras, aquí estamos anclados en una comisión que va muy lenta, que está buscando invitados para que vengan a exponer sus temas y a estudiar las regulaciones medicinales del resto del mundo para ver si aquí nos ponemos de acuerdo para, no sé en qué año, poner en marcha algo que se le parezca a un sistema de cannabis medicinal. Y los enfermos, mientras tanto, siguen sufriendo…

En EE UU se están planteando y aplicando políticas de restauración y reinserción social porque entienden que la guerra contra las drogas ha afectado a sectores de la población más desfavorecidos, fundamentalmente la población negra, latina y de color. Legisladores, asociaciones y activistas están intentando que parte de los impuestos vayan a estas comunidades en forma de programas sociales, que se reserve un porcentaje de las licencias de negocios de cannabis para esas comunidades y que se apliquen medidas de indultos masivos y eliminación de registros penales en casos de delitos sin violencia relacionados con el cannabis. 

En una más que probable regulación en España, ¿Crees que se deberían contemplar medidas de este tipo?

Tal y como lo están haciendo allí nos está dando una lección. Nosotros estamos en contacto con Last Prisoner Project, un proyecto contra los presos por cannabis de California, para poder implantar en Europa algo similar, pero nos encontramos con que la situación legal de allí es muy diferente con la de aquí. Por eso creo lo prioritario aquí sería conseguir una legalización y luego permitir que la industria se pueda organizar para apoyar justamente a la gente que más ha sufrido los años de prohibición. En Estados Unidos está más racializado el tema, pero aquí se puede buscar otras formas de encontrar a los colectivos más desfavorecidos y que más han sufrido, a parte de los que han tenido que pagar penas de prisión sin que haya habido violencia. Cualquier ley que vayamos a apoyar o impulsar nosotros tiene que llevar todas esas cláusulas para que la legalización vaya acompañada de medidas de justicia social y de reparación a todo el daño que se ha causado durante la prohibición.

Para acabar, te quería preguntar, ¿cómo fue la anécdota que viviste en prisión y que contaste en una entrevista con Público, en la que dijiste que la revista Cáñamo te salvó la vida?

Pues fue buenísimo: los primeros días en prisión fueron los más tensos que vivimos en la cárcel porque nos confundieron con unos Mossos d’Esquadra. Como estábamos nosotros dos más otro compañero que entró el mismo día, y los tres íbamos por nuestro lado, pues se empezó a correr el rumor de que éramos policías. Yo me había llevado libros y revistas de Cáñamo a la prisión, y en una de ellas salía un reportaje sobre nuestro caso con una foto de nosotros. Fueron dos días tensos en los que muchos pensaban que éramos agentes infiltrados o que estábamos presos por corruptos y yo tuve que desmentirlo bajando una revista Cáñamo de la celda, con nuestra foto, para enseñar que nosotros no teníamos nada de Mossos d’Esquadra, que estábamos allí por otra cosa. Y gracias a ese reportaje de la revista la cosa cambió radicalmente.

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