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Cafeína como adulterante: ojalá que (no) llueva café

La cafeína es una sustancia psicoactiva del grupo de las xantinas que actúa como estimulante del sistema nervioso central. Su forma pura se presenta como polvo blanco, cristalino y amargo. Es la sustancia más utilizada para adulterar otras drogas. 

Ana, Pedro y Toni deciden probar el speed en un festival. Como de costumbre, llevan la droga a un servicio de análisis, pero apuran demasiado los días y no les llegan los resultados a tiempo. Además, es la primera vez que le pillan a este camello, así que optan por empezar con una dosis test y tomárselo con calma. Al cabo de una hora y media, Ana y Pedro comentan decepcionados que no notan casi nada. Es cierto que se encuentran despiertos, pero, en vez de estimulación y euforia, notan cierto cansancio físico. Sospechan haber sido estafados, porque si el speed fuera así de mediocre, nadie lo tomaría para ir de fiesta. Pero ni ellos mismos están seguros de su juicio, pues mientras se lamentan, Toni está a tope. “Estoy lleno de energía, ¡me encanta esta droga!”, les comenta mientras baila al ritmo de la música. Unos días más tarde les llegan los resultados de los análisis de la sustancia, y comprueban que aquel supuesto speed era cafeína en un ochenta por ciento.

En efecto

La cafeína es una sustancia psicoactiva del grupo de las xantinas que actúa como estimulante del sistema nervioso central. Su nombre proviene del término Kaffein (acuñado por el químico alemán que la aisló en 1819, Friedrich Ferdinand), pues se trata de un compuesto químico presente en el café. También se encuentra en cantidades variables en las semillas, hojas y frutos de otras plantas, recibiendo así otros nombres distintos: guaranina, teína, mateína... Su forma pura se presenta como polvo blanco, cristalino y amargo. Es la sustancia más utilizada para adulterar otras drogas. La semilla de café contiene, de media, un dos por ciento de cafeína por peso.

Más que un simple estimulante, la cafeína interfiere con lo que usa el cuerpo para hacerte sentir cansado, promoviendo así un estado de vigilia. Sus efectos físicos son la estimulación leve, la supresión del apetito, ganas de mear y vagar y el aumento de la presión arterial. Sus efectos cognitivos son el aumento de la capacidad de análisis y de concentración, euforia e irritabilidad.

La tolerancia es muy alta y se establece rápidamente. Los cafetómanos declaran ser incapaces de dormir o estar serenos sin quince o veinte tazas diarias, e incluso toman varias seguidas antes de irse a la cama. Se ha comprobado que un gramo diario de cafeína (equivalente a más de diez tazas de café), absorbido durante solamente una semana, es suficiente para que cuando se corte en seco el consumo se presente síndrome de abstinencia en forma de dolor de cabeza, náuseas y vómitos, tensión muscular, ansiedad, incapacidad laboral, desasosiego y letargia.

Cantidad

Temporización

Baja

10-75 mg

Activación

5-10 min

Común

75-250 mg

Duración

1,5-5 h

Alta

250-400 mg

Postefectos

3-4 h

¡Atención, Sherlocks! Si habéis estado atentos, muy probablemente habréis deducido lo que les pasó a Ana, Pedro y Toni. La clave no está en qué hicieron en el festival, sino en sus rutinas diarias. Exactamente, mientras que Ana y Pedro toman un café o dos diarios y han desarrollado una tolerancia a esta droga, Toni nunca la ha consumido. Así pues, de lo que iba puesto no era de speed, sino de cafeína.

Mi nariz, mi nariz, por un café

Pero ¿es el café una droga? Según lo que hemos ido viendo, hasta entonces no habría motivos para pensar lo contrario. ¿Por qué entonces la tenemos en una consideración tan distinta respecto a otras drogas legales, como el alcohol o el tabaco? Quizá para hallar una respuesta debemos tener en cuenta que en otras épocas el café no estuvo tolerado de la misma forma que actualmente.

El café fue prohibido en diversos momentos y lugares por motivos religiosos, pues creían que sus efectos corrompían el alma, y en otros por motivos políticos. Khair Bey, gobernante de Egipto en nombre del imperio Otomano, hizo cerrar todas las cafeterías en el año 1511. Llevó a cabo además una campaña de desinformación contra los perjuicios del café, cuando se enteró de que las críticas contra su poder provenían de bebedores de café. Esto no se debía a la droga en sí (¡no existen drogas que sus efectos sean odiar a los políticos!), sino a que las cafeterías eran muchas veces lugares de reunión y reflexión, de donde salían ideas críticas hacia la autoridad. La misma historia se repitió en 1676 en Inglaterra por parte del rey Carlos II, citando crímenes de ofensa hacia él y hacia el reino. En ambos casos, las rebeliones fueron tales que el edicto al cierre debió revocarse.

Como pasa con el resto de las drogas, la legislación y el consenso social determinan en gran medida cómo se desarrolla el consumo. En el caso del café, es ejemplificador el caso de Rusia, donde los zares lo prohibieron en el siglo xix bajo fuertes castigos como la mutilación de la nariz. Contrariamente a lo que pretendían estas medidas, el consumo de café no menguó y se convirtió en la epidemia de una sociedad que ya tenía graves problemas anteriormente. Cuando apaciguó el peligro que suponía tomar este líquido, el consumo también bajó.

Efectos adversos y reducción de riesgos

El hecho de que comúnmente una sustancia se considere inocua también la desplaza de nuestro imaginario como droga. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que faltan estudios serios sobre su intoxicación a largo plazo, los efectos adversos de la cafeína no deben ser tomados a risa. El uso prolongado de más de 650 mg diarios de cafeína (unas 4-6 tazas) puede ocasionar úlceras gástricas, incremento en el nivel del colesterol, insomnio, ansiedad y depresión.

A dosis altas, la cafeína puede provocar sobreestimulación, haciendo así que sea difícil o imposible mantenerse quieto, elevando la temperatura corporal, el ritmo respiratorio y la secreción de ácido gástrico. También puede aparecer tensión muscular, que muchas veces se traduce apretando la mandíbula o haciendo chirriar los dientes. También puede provocar temblores corporales involuntarios y una falta general de control motor, así como taquicardia y diarrea. El efecto cognitivos más frecuente es la ansiedad, aumentando así la irritabilidad y los pensamientos intrusivos.

¿Qué podemos hacer para reducir estos efectos negativos?

- Conviene tener en cuenta que cada persona es un mundo y que la sensibilidad a la estimulación es diferente para cada uno. Por este motivo, es importante tomar consciencia de cuándo el café nos sobreestimula y, si se es consumidor diario, establecer un número de dosis razonable.

- También se recomienda no tomarlo nada más levantarse (se solapa con la generación de cortisol que hace el cuerpo al despertarse) ni con el estómago vacío.

- Y, como todas las drogas, pensar en cómo estamos antes de tomarlas. Si estás nervioso o ansioso, quizá podamos tomarnos un descafeinado.

Por otro lado, la cafeína es uno de los adulterantes que aparece con mayor frecuencia en los análisis de sustancias. El veinticinco por ciento de las muestras de cocaína que Energy Control analizó en el 2016 contenían cafeína, así como el setenta por ciento de las muestras de speed. También aparece en muestras de MDMA o ketamina, pero con mucha menos frecuencia (alrededor del seis por ciento). Como adulterante, puede provocar los efectos adversos descritos anteriormente, y más aún si la droga que acompaña es también un estimulante (como el speed y la coca).

Otra cosa a tener en cuenta es que los efectos de la cafeína pueden durar hasta cinco horas. Si te haces una raya de cocaína (que tiene una duración de entre una hora y una hora y media), calculando que en cuatro horas te irás a dormir, pero ésta está adulterada con cafeína, podría pasar que acabaras haciendo “teletecho”, y que no te consigas dormir hasta más tarde. En este caso probablemente desearas que no llueva café en tu raya.

Una droga camuflada

Actualmente el consumo de café está extendido por todo el mundo, y va a la alza (ha crecido un noventa y cinco por ciento en los últimos treinta y cinco años). En Norteamérica, el noventa por ciento de los adultos consumen cafeína todos los días. Está tan incorporado en nuestro día a día que no pensamos en él como droga, porque no supone una anormalidad, y sus externalidades palpables son mínimas: no supone humo como en el caso del tabaco, ni unos efectos notables y visibles como los del alcohol.

De hecho, quizá la clave está justo aquí: los efectos de la cafeína son perfectamente compatibles y hasta deseables para nuestra vida productiva. La estimulación de la cafeína fomenta actividades físicas como realizar tareas domésticas y tareas repetitivas que de otro modo serían actividades físicas aburridas y extenuantes. Al no suponer una desviación en la norma de nuestras vidas (al contrario), no le ponemos la etiqueta de “droga” que tanta carga tiene actualmente.

Las drogas también lo son por construcción social, por como culturalmente las percibimos. Por esto desempeñan distintos papeles en función del momento histórico. Pero todo esto no debe hacernos olvidar de lo que son: sustancias que nos producen efectos deseados y no deseados.

Referencias

https://www.bedri.es/Comer_y_beber/Cafe/Historia_del_cafe.htm#Prohibiciones%20y %20prejuicios https://psychonautwiki.org/wiki/Caffeine http://drugs.tripsit.me/caffeine https://erowid.org/chemicals/caffeine/caffeine_timeline.php https://energycontrol.org/files/analisis/informeas2016_full2.pdf
Antonio Escohotado, Historia general de las drogas.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #266

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