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Galangal

Tras estos últimos meses de accidentadas sesiones de chemsex, de tormentosos ciclos esteroideos y de otros tantos desvaríos de los que ya ni nos acordamos, en La Tercera Fase nos vamos a tomar un descanso para comer.

Lógicamente, fieles a las directrices de esta sección, trataremos de que el ágape vaya más allá de lo estrictamente culinario y pase a convertirse en una exquisita experiencia gastrodélica. Lógicamente, también, en lugar de tirar por el camino fácil y limitarnos a engullir pastillacas u hongos psilocibios, optaremos por algún manjar exótico, poco habitual por estos lares y con propiedades psicoactivas aún por esclarecer.

Lógicamente, fieles a las directrices de esta sección, trataremos de que el ágape vaya más allá de lo estrictamente culinario y pase a convertirse en una exquisita experiencia gastrodélica. Lógicamente, también, en lugar de tirar por el camino fácil y limitarnos a engullir pastillacas u hongos psilocibios, optaremos por algún manjar exótico, poco habitual por estos lares y con propiedades psicoactivas aún por esclarecer.

Dada, además, nuestra particular querencia por el narcoprimitivismo y el paleoyonkarreo, nos decantaremos por un producto que sea o haya sido consumido por alguna cultura ágrafa con usos y costumbres propias de la Edad de Piedra.

 

Póngame 100 gramos de galangal, por favor…

Sí, señores, galangal, eso es lo que tomaremos. ¿Lo conocen? Es una raíz similar al jengibre que tiene varios usos culinarios y medicinales en buena parte de Asia, donde también se le atribuyen propiedades afrodisíacas (fundamentalmente, como potenciador de los orgasmos).

En su libro Plantas de los dioses, Hofmann y Schultes señalan que esta planta ha sido consumida tradicionalmente por los habitantes de Papúa Guinea como alucinógeno, aun cuando afirman que apenas se sabe nada más sobre el tema, ni sobre los efectos ni sobre la química subyacente a los mismos.

En internet pueden consultarse decenas de testimonios de usuarios que lo han probado y que o bien no refieren efecto psicoactivo alguno o bien atestiguan que actúa como un ligero estimulante, aportando claridad mental y un estado de ánimo jocoso, alterando muy levemente la percepción y en dosis altas provocando visiones como un psicodélico suave.

Su potencial psicoactivo no está claro, pero si los papúes se colocan con galangal, nosotros también lo queremos probar

Su potencial psicoactivo no parece estar, por lo tanto, del todo claro. Es cierto que figura en Erowid (la enciclopedia de drogas en línea por antonomasia, por si alguien aún no la conociera), pero en la ficha descriptiva se señalan únicamente sus usos como especia, medicamento y afrodisíaco.

En cualquier caso, los papúes son unos individuos que despiertan nuestra más absoluta devoción (nadie sino ellos en la historia de la humanidad ha abrazado la fe católica esculpiendo tallas de madera del Cristo en la cruz…, con tetas y minifalda), de tal manera que si ellos se colocan con galangal nosotros también lo queremos probar.

 

Y cuarto y mitad de pollo

Así las cosas, una vez conseguida la materia prima, nos encargamos de pedirle a nuestro buen amigo Alberto, de la Vinoteca Arabaco, que nos preparara una cena a base de la dichosa raíz. Le dimos los cien gramos de galangal y lo dejamos todo en sus manos.

Unas noches después, él mismo, nuestro compañero Álvaro y quien esto escribe nos dispusimos a degustar el exótico menú en la agradable terraza del local.

De primer plato tuvimos fideos de arroz al estilo vietnamita con galangal y, de segundo, disfrutamos de un exquisito pollo al galangal, todo ello rehogado con vino blanco macerado con cítricos y galangal. Después, nos tomamos una infusión de galangal con pétalos de rosas, y terminamos la sesión con un cóctel de galangal con limón, hierba buena y ginger-ale.

Pollo al galangal

A decir verdad, el sabor de esta especia me sorprendió muy gratamente (y el aroma todavía más; de hecho, al parecer es utilizada en algunos inciensos y, efectivamente, al quemarla huele aún mejor). Es parecido al jengibre, pero para mi gusto bastante más agradable y con matices más interesantes.

En cuanto a sus propiedades psicoactivas, he de confesar que, al menos en esta toma, diría que fueron inexistentes. Y digo diría porque no me atrevo a decirlo categóricamente después de haber visto a Álvaro afirmar, al final de la cena: “Yo no he notado nada”, con una expresión de gusto y felicidad en la cara (sonrisa de oreja a oreja y ojos achinados, no, lo siguiente de lo siguiente) que le sacaban un parecido razonable con Pol Pot después de haber arrasado media Camboya.

 

Y, bueno, venga, otra mitad

La cuestión es que, interpretando tales palabras como un veredicto final, yo mismo me precipité y, sin dar tiempo a evaluar la experiencia con más calma, la di por zanjada y la zanjé con otra mitad de pollo, pero esta vez del que vuela más rápido que cualquier otro: el medio pollo –ya me entienden ustedes–. Por lo que, cualquier posible efecto que pudiera tener el galangal, quedó definitivamente sepultado por los excesos de la fiesta, que terminó desatándose después.

 

Apunte final

La vestimenta tradicional de los papúes consiste en un calabacín hueco y seco en el que los hombres introducen el falo. Las mujeres, por el contrario, llevan una falda corta hecha con pajas. De modo que, cuando los misioneros comenzaron a evangelizar la zona y a mostrarles imágenes de Jesús, ellos entendieron que, por necesidad, debía de ser mujer, puesto que no llevaba calabacín. Así pues, en las primeras representaciones autóctonas de Cristo, este aparecía con faldita de paja y pechos.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #228

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