A Nacho Alonso no le gusta hablar de su libro y no contesta a muchas de mis preguntas. Se niega a dialogar sobre las drogas que aparecen. No le interesa. Las fotografías hablan por sí solas. En nuestra conversación destila un aire melancólico y evasivo, y a mí me da la sensación de estar charlando con el último romántico.
Tras un primer contacto con la fotografía, a través de unas clases en el instituto, Nacho monta su primer laboratorio en casa. Más tarde estudia fotografía en una escuela de Barcelona, cuyo nombre también rehúsa citar.
Las imágenes están tomadas en Vigo, Santiago y Madrid, entre otros lugares. Tuvo que ganarse el poder estar ahí para capturar esas fotografías, en ocasiones comprometedoras, que destilan una poética oscura de ciertos infiernos que se tornan bellísimos a través de su mirada.
El libro se divide entre instantáneas y retratos, y ambos están impresos con una negritud saturada que suma más fuerza, si cabe. Ensayo sobre la noche es la primera publicación de Solar, una editorial formada por Juan Gallego e Ignacio Pérez-Jofre, que han apostado para su estreno por este fotolibro, totalmente outsider, que no busca el agrado de todo el público. Una auténtica delicatessen para aquellos que ven más allá de lo que tienen delante. Presentamos algunas de sus imágenes y hablamos con su autor.
¿De dónde parte la idea de este “ensayo”?
¿Recuerdas a Michi, Germán y a Caimán de Santiago? [politoxicómanos de la vieja escuela] De la Quintana, bueno, Caimán no estaba en la Quintana, pero los otros, sí. Quintana de Muertos y Quintana de Vivos. Estaban las escaleras en medio y ellos allí. Pues esas son las primeras fotos que hago. Volviendo para atrás, estoy en Barcelona y regreso a Santiago. Ahora sí soy fotógrafo, se supone, ya que sé lo que era eso y digo: “Tengo que fotografiar a esta gente”. El retrato del Caimán es la primera foto que hago.
¿Qué significa para ti la noche?
La noche me pertenece más que el día, que es muy masivo. En un primer golpe de vista significa cierto sosiego, las calles se vacían. La noche es las mil y una noches. Aquí no estamos hablando de la noche de la discoteca que es ruidosa, aquí estamos hablando de la noche que se camina, de cruces, de miradas, de la noche de los solitarios, las parejas que discuten, del amor. Falta la luz del sol y todo lo que vemos es gracias a la luna llena, o bien por la luz artificial que hemos creado los seres humanos. Los depredadores están preparados. Es, para nosotros, un momento de descanso, de permanecer en el refugio. Hasta que no amanecía procurábamos no salir de la cueva porque te podían comer y de ahí la luna llena y toda su fuerza simbólica. Cada noche es una textura, una manera de estar, de vivir. Bajan las pulsaciones. Se puede cruzar el turno de noche con el turno de mañana en la ciudad. Eso es lo que me interesa.
¿Qué es para ti la belleza?
La belleza es una forma de mirar.
¿Qué crees que destila la foto más dura del libro, en la que aparece un hombre inyectándose?
En ese momento le está atravesando un rayo, un rayo de luz. Burroughs lo describe muy bien. Esa sensación que produce la droga en el cuerpo, el placer que le proporcionas. Una sensación que te puede llevar a la muerte. Son oleadas de placer que te están atravesando, pero al minuto siguiente se acabó el placer y viene la pena. Ese momento preciso que te inunda es justo esa foto. Éxtasis artificiales y con consecuencias, porque si hiciésemos la foto dos minutos después sería tan diferente... Estamos hablando de un contraste máximo, de una latitud mínima.
¿Por qué la elección del blanco y negro y lo analógico?
No sé cómo estará la tecnología a día de hoy, pero una buena copia en blanco y negro bien positivada y bien fijada te ofrece una perdurabilidad bastante importante. Una foto digital con tintes de esos que se utilizan igual al ponerla al sol en quince años ya ha desaparecido.
¿Con qué equipo trabajas?
He usado dos lentes en mi vida. Un 50 mm y después un 90 mm, que han venido así un poco de casualidad. Me compré una cámara Nikon, que es la que sigo teniendo, que trae un objetivo de mierda. Con el de 90 mm están hechos la mayoría de los retratos que ves en el libro. Esos posados que están sentados. Ese objetivo te permite estar un poquito más lejos, pero al mismo tiempo estar más cerca. El resto del libro está hecho con un 50 mm muy luminoso, porque necesita ser así, dadas las condiciones en las que las he hecho.
¿Qué tipo de fotografía te exige más?
Siempre un retrato posado exige más. Tú estás enfrentando a una persona. Es un encuentro entre dos pactado. Creo que es uno de los géneros más difíciles porque estás tratando con personas cara a cara.
¿Y las fotos “robadas”?
Robar una foto, si te refieres entre comillas, es estar en un lugar donde tienes permiso para disparar y haces una foto espontánea de ese momento, sin que tengan que posar. Es una experiencia diferente. Lo que cuenta es la rapidez, es una cosa más instintiva.
¿Cuáles son tus referentes?
Los referentes los he ido encontrando después. Empecé haciendo fotos a ciegas sin referentes. Y es verdad, es más difícil quizás, pero así empecé. Me gustan muchos fotógrafos, pero solo te voy a dar un nombre: Jacob Riis.
