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Gloria y olvido del gran Egmont de Bries, transformista e imitador de estrellas

Entrevista a Juan Carlos Usó

¡Lo ha vuelto a hacer! El William Burroughs de la historiografía hispana ha vuelto a publicar un libro. Esta vez no trata sobre drogas y patria sino sobre travestis patrios, podría decirse que sobre el primero en vivirlo y en vivir de ello públicamente por estos lares.

¡Lo ha vuelto a hacer! El William Burroughs de la historiografía hispana ha vuelto a publicar un libro. Esta vez no trata sobre drogas y patria sino sobre travestis patrios, podría decirse que sobre el primero en vivirlo y en vivir de ello públicamente por estos lares.

En Orgullo travestido (El Desvelo, 2017), Juan Carlos Usó vuelve a apabullarnos con su descomunal labor documental para ofrecernos el retrato artístico y autobiográfico de Egmont de Bries –pionero del travestismo en los años veinte del siglo pasado– y mostrarnos, al mismo tiempo, las peculiaridades de la España de aquel entonces, en la que, como pueden ustedes imaginar, tales alardes no debían de ser precisamente muy bienvenidos ni fáciles de llevar a cabo.

Un merecidísimo homenaje a un artista y a una persona que abrió brecha y el camino por un mundo mejor, más respetuoso, más divertido, más bonito, más humano…

Estimado Juan Carlos, ¿cómo diste con Egmont?

Pues un poco por casualidad. Estaba buscando noticias sobre drogas en la prensa local de Castellón de 1922 y di con un inserto que anunciaba una actuación suya en el Teatro Principal de la ciudad, en el que se destacaba el estreno de su “notable creación” titulada La cocaína, en realidad, un tango con música de Juan Durán Vila y letra del periodista bohemio Alfonso Vidal Planas. Y claro, me llamó la atención.

Tanto como para acabar dedicándole un libro. ¿Por qué?

Me pareció un tipo interesante. Fue uno de los primeros artistas españoles en subirse travestido a los escenarios, actuó por toda España, incluidas las posesiones norteafricanas, e hizo las Américas; ganó un montón de dinero, pero en ningún momento abandonó su profesión de modisto de fantasía (además de confeccionar su propio vestuario, hacía vestidos para muchas cupletistas). En 1921, las autoridades gubernativas le prohibieron seguir actuando por los escándalos que montaba parte del público y, en su defensa, escribió una carta abierta que se publicó en el diario El Imparcial, reivindicando su derecho a seguir actuando, y se presentó en el teatro donde estaba trabajando ignorando la prohibición... Por otra parte, así como su trayectoria está bien documentada, su muerte está rodeada de misterio...

Egmont de Bries

¿Cómo era la España de principios del siglo XX en lo que se refiere a los derechos y la aceptación social de los usuarios de drogas y de quienes hoy constituirían el colectivo LGTBI?

Pues era un Estado católico-apostólico-romano por imperativo constitucional, conservador y muy analfabeto. Con los usuarios de drogas, en principio, no había demasiados problemas, ya que las drogas –de venta libre en farmacias– se utilizaban básicamente con fines terapéuticos convencionales. Las primeras campañas de prensa contra el uso lúdico de drogas tuvieron lugar durante los años de la primera guerra mundial. Por lo que respecta a la disidencia sexual, el homosexualismo estaba considerado como un vicio de raíces patológicas. En los años treinta, los gais y los travestis fueron ganando pequeños espacios de tolerancia. Por ejemplo, en el barrio chino de Barcelona estaban los cabarets La Criolla y el Sacristán, muy frecuentados por este tipo de público. Las lesbianas siempre fueron mucho más discretas. La Ley de Vagos y Maleantes, aprobada en 1933, equiparó a drogotas y homosexuales como estados considerados peligrosos.

Por lo que se entrevé en el libro, la situación no era mucho mejor en otros países. Y a pesar de ello, Egmont fue acogido a cuerpo de rey por el dictador venezolano Gómez Chacón, gracias a la fascinación que el artista despertaba en su esposa y sus hijas. ¿A qué se debía el tremendo interés que generaban sus actuaciones en el público femenino?

Creo que su éxito, en este sentido, obedecía a que conseguía representar una feminidad extrema, idealizada, prácticamente inalcanzable, incluso para la mayoría de las mujeres.

Pregunta de examen (sin tirar de chuleta): detalla el vestuario que el artista lució a la hora de interpretar La cocaína en su visita a Castellón.

[Risas] “Traje soirée negro, último modelo, con encajes claire de lune, sol d’sprits en la cabeza y presentación de la elegante y famosa capa de armiño”. De esa capa, se decía que estaba valorada en 17.000 pesetas de entonces, cuando un gramo de cocaína en una farmacia costaba cuatro pesetas... ¡Echa cuentas!

Las autoridades gubernativas le prohibieron seguir actuando por los escándalos que montaba parte del público y, en su defensa, escribió una carta abierta que se publicó en el diario El Imparcial

¡Jodo… rowsky, qué memoria! Matrícula de honor. Continuando con este tango, cuando la estrenó en el año 1920, los grandes medios de comunicación del momento coincidieron en calificarla como una “saladísima canción”. Teniendo en cuenta su temática (crimen pasional y drogas), ¿crees que hoy en día en El País se atreverían a calificarla de ese mismo modo?

Ni El País ni ningún otro medio. Ten en cuenta que entonces todavía no imperaba la tiranía de esa censura que comporta lo políticamente correcto.

¿Qué ha cambiado, para bien y para mal en términos de libertad de expresión?

Pues eso, que entonces antaño existía censura y ahora los imperativos de la corrección política.

¿La música sexista también es violencia de género?

Puede serlo... Curiosamente, en el tema “La cocaína” que interpretaba Egmont de Bries, es ella, la amante despechada, la que en un arranque de celos mata de una cuchillada al antiguo amante cuando lo ve besar a otra mujer con frenesí.

En el ámbito artístico, ¿cuál era a principios del siglo pasado la situación del travestismo femenino? Es decir, la de las artistas que empleaban indumentaria masculina.

No conozco ningún caso de mujer artista que empleara indumentaria masculina en escena. De todos modos, tal y como reflejo en el epílogo de mi libro, el transformismo en el caso de la mujer era contemplado con mayor indulgencia que en el caso de los hombres.

Dos fotografías de Egmont de Bries transformado
Egmont aparece en la portada de Eco Artístico en agosto de 1918, mientras representa en el Teatro Circo. A la derecha, Egmont transformado posando en Marsal, 1916.

¿Y en el día a día de las mujeres corrientes y molientes con tendencias lésbicas?

En 1901 dos mujeres, maestras de profesión, contrajeron matrimonio en Galicia, burlando el celo de las autoridades civiles y eclesiásticas al hacerse pasar con éxito una de ellas por un varón. Un par de años más tarde los periódicos se hicieron eco del caso de una joven que se marchó de casa para irse a vivir con una tiple. Y en 1905 Gloria Laguna, condesa de Requena, en un arranque de disidencia sexual extrema, dejó plantado a su flamante marido, el marqués de Taracena, prácticamente en su viaje de luna de miel, y retomó su vida de soltera, dando lugar a más de un escándalo por su condición de lesbiana. Pero, claro, estamos hablando de casos aislados. Las lesbianas sufrían una doble discriminación: como mujeres y como lesbianas.

Corrígeme si me equivoco, pero me da la impresión de que en términos generales los hábitos de vestir se han homogeneizado y masculinizado enormemente, siendo cada vez más frecuente que todos vistamos con pantalones y camisetas o camisas (tradicionalmente prendas masculinas), mientras que las faldas, los vestidos y determinados complementos son cada vez menos habituales (muchas veces reservados para ocasiones especiales) y exclusivos de las mujeres. ¿Crees que esto indica y refleja algo de nuestra sociedad? ¿Crees que puede tener, además, alguna repercusión sobre nuestro comportamiento? Hay quien opina, por ejemplo, que esta homogeneización –también en los modos y modales– disminuiría drásticamente la tensión sexual en nuestras interacciones cotidianas…

Creo que tienes razón. En su carrera por la igualdad, la mujer ha ido conquistando terreno en el campo de la indumentaria. Primero consiguió liberarse del corsé, luego incorporó el uso de los pantalones, una prenda en principio reservada a los varones… Este empoderamiento llegó a darse incluso con complementos, como por ejemplo el monóculo, que durante muchos años fue un símbolo del que se apropiaron las lesbianas y las identificaba. También sucedió lo mismo con algunos hábitos, como el de fumar, con la práctica deportiva, con la conducción de vehículos a motor, etcétera, actividades que inicialmente estaban reservadas a los hombres. Pero también se ha dado una evolución a la inversa: hay hombres que se maquillan, se depilan, usan prendas antaño consideradas poco masculinas... Y sí, es posible que, de hecho, hoy la tensión sexual de las personas, si nos comparamos con épocas pretéritas, se haya modulado.

¿Egmond o Egmont? ¿Cuál prefieres?

Me da lo mismo. Su nombre aparece escrito de mil formas distintas. Decidí homogeneizarlo dando por buena la forma en que lo citaba Álvaro de Retana.

Egmont llegó a alcanzar una fama formidable. Llenaba teatros allá donde iba y en ocasiones, al finalizar, llegaba a dar hasta catorce bises a petición del público. Hoy nadie se acordaría de él si no hubiese sido por ti. Como tampoco se acuerda de todas aquellas flamantes estrellas a las que imitaba. ¿Esta fugacidad de la fama es propia de aquellos tiempos? ¿Han cambiado en algo el panorama la televisión e internet?

Bueno, la fama –valga la redundancia– tiene fama de fugaz. Alcanzar una fama universal y duradera, como la de Cervantes o su obra El Quijote, no está al alcance de cualquiera. Ya no te digo la gloria, que vendría a ser un paso más allá de la fama, algo reservado a tipos como Alejandro el Magno. Es posible que con la televisión e internet sea más fácil alcanzar la fama, pero que la gloria resulte mucho más inasequible.

Ilústrame, por favor, ¿cuál es la diferencia entre la fama y la gloria?

Según la RAE, fama es:

Hecho de ser reconocidas las cualidades de una persona o una cosa, o los actos de una persona, por mucha gente y de que se hable de ellos.

Opinión, idea o concepto que la gente tiene sobre una persona o una cosa.

Y gloria:

Grandeza o esplendor de que goza algo o alguien, especialmente lo que tradicionalmente se considera que acompaña a la manifestación de Dios a los hombres en todo su poder y santidad.

Honor, admiración y prestigio que alguien consigue por haber hecho algo importante, bueno o extraordinario y que ha alcanzado un reconocimiento público.

Egmont de Bries transformado, años 20
Egmont de Bries posando en Valparaíso, en Chile en 1925, y en Mundo Gráfico en 1929.

Personalmente, me da lástima no poder contar con más información sobre la vida personal de este artista. De lo que se desprende de la entrevista que le hizo Retana se diría que, al menos en los inicios, debió de ser bastante dura (precisamente por la escasa o nula aceptación social de sus gustos, pulsiones e intereses). ¿Cómo te la imaginas tú?

No sé, yo me imagino a un chaval de Cartagena, huérfano de padre, que se vio forzado a emigrar con su madre y una hermana más pequeña a Madrid y que desde bien jovencito tuvo que ganarse la vida como aprendiz en una sastrería, hasta que pudo abrir su propio taller. Sus comienzos sobre las tablas me los imagino durísimos, y su día a día también, teniendo que aguantar burlas constantes y otras manifestaciones homófobas en una sociedad que no destacaba precisamente por su tolerancia...

Me consta que el libro ha despertado gran expectación e ilusión en determinados ámbitos. Cuéntanos: ¿qué se coció y qué se comentó en su presentación en Cantabria? ¿Te ves como la nueva Alaska?

[Risas] Para nada, Olvido es única e inimitable, además de una buena amiga... La presentación en Santander se inscribió dentro de unas jornadas contra la homofobia que se celebraron en la Librería del Puerto, y resultó un acto muy divertido y bastante concurrido, teniendo en cuenta que fue un viernes por la tarde y llovía a cántaros.

Hay testimonios que aseguran que sobrevivió a la guerra, que incluso colaboró con la policía franquista, posiblemente delatando a otros homosexuales, y que regentó la famosa mercería El Botón de Oro

Leí por ahí que Retana acostumbraba a quitarse años y que se los quitaba también a sus amigos, de tal manera que Egmont en lugar de haber nacido en 1897 habría nacido diez años antes. ¿Te animas a echar cuentas para comprobar si estos dos te han hecho el lío, los muy mariconazos?

En efecto, Retana se quitaba años..., y también a sus amigos. Seguramente Egmont de Bries nació en 1890 y no en el 97, como dice Retana.

Dices que su muerte fue misteriosa, ¿cuándo, cómo y dónde murió Egmont? Es sabido que no te aventuras más allá de los libros y la prensa de la época, que tu rigor investigador no hace excepciones, pero, entre tú y yo, y en la intimidad de esta conversación, ante la falta de datos concluyentes, ¿cómo te has imaginado el final de Egmont?

Retana dice que murió solo, pobre, enfermo y olvidado durante la guerra civil, no como consecuencia directa del conflicto bélico. Sin embargo, hay otros testimonios que aseguran que sobrevivió a la guerra, que incluso colaboró con la policía franquista, posiblemente delatando a otros homosexuales, y que regentó la famosa mercería El Botón de Oro, ubicada en la calle Juan de Austria de Madrid.

Portada Orgullo travestido
Orgullo travestido, El transformismo en la España del primer tercio del siglo XX, Juan Carlos Usó. El Desvelo Ediciones, 2017. 18€
La cocaína

Esta es la letra del tango de Juan Durán Vila y Alfonso Vidal Planas. “Saladísima canción”, a decir de los periódicos de la época, que popularizó en sus actuaciones Egmont de Bries.

 

I

Un amante tuve yo

lleno de pasión y fe;

pero sin saber por qué,

el cruel me abandonó.

 

Le buscaba sin cesar

entre copas de champán;

y olvidar así quería

mi más ardiente y loco afán.

 

Busqué placer en el licor,

busqué calmar mi cruel dolor.

Y entre locuras ansiaba

al hombre que tanto amaba.

 

Cuando el placer yo vi marchar,

cuando el amor yo vi alejar,

fue la morfina un consuelo

para mi anhelo mejor calmar.

 

               II

Una noche en un foyer

A mi antiguo amante vi,

que besó con frenesí

a la estrella del cuplé.

 

Su maldita ingratitud

agitó mi corazón,

y oprimiendo así un cuchillo,

vengar yo quise su traición.

 

Viva el champán, que da el placer;

quiero reír, quiero beber.

Mi juventud ya declina,

dadme a probar cocaína…

 

Amante infiel, yo vuelvo a ti;

loca, grité de exaltación,

y en mi fatal desvarío,

hundí el cuchillo en su corazón.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #233

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