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Yo, tú, nosotros, ellos: psicodélicos y cognición social

Los seres humanos somos seres sociales, y utilizamos ciertos aspectos de nuestra cognición para interaccionar entre nosotros: la cognición social. Parte de la cognición social incluye el reconocimiento de emociones en las caras de las personas, la empatía hacia los otros y la capacidad de inferir los pensamientos de los demás. Ya sabemos que parte de los mecanismos de acción de los antidepresivos tradicionales incluye cambios en algunos aspectos de la cognición social. Por lo que parece, los efectos terapéuticos de los alucinógenos o psicodélicos, también. 

Los humanos y la cognición social 

Yo, tú, nosotros, ellos. Los humanos somos seres sociales, así como muchos otros animales. Además, tenemos emociones y las expresamos utilizando una gran variedad de comportamientos, que pueden ser desde una breve sonrisa para demostrar felicidad, un salto con todo el cuerpo para celebrar la medalla de oro en una competición o un grito con los brazos abiertos para pedir ayuda desesperadamente. En este sentido, es muy importante para nosotros saber reconocer emociones específicas para poder reaccionar de la manera correcta o mejor adaptada. Por ejemplo, nuestro comportamiento muy posiblemente va a ser diferente si una persona está expresando alegría o rabia hacia nosotros. También tenemos la capacidad de sentir lo mismo que la otra persona, y empatizar con ella y con sus sentimientos, creando posibilidades de ahondar en las relaciones. Este tipo de análisis se llama cognición social, y utiliza nuestros ojos y nuestras emociones para reconocer en la mirada de los otros y en los diferentes movimientos faciales de su cara toda una variedad de emociones: alegría, rabia, miedo, asco, sorpresa, tristeza, etc. 

Desde el punto de vista de la salud mental, hay evidencias de que algunos trastornos mentales como la depresión, la ansiedad y la dependencia a drogas están asociados a déficits en la cognición social, como se ha demostrado en pruebas que evalúan el reconocimiento de emociones en la cara y la empatía. En la prueba de reconocimiento de emociones en caras, diferentes expresiones faciales de emociones (alegría, rabia, miedo, asco, sorpresa, tristeza, etc.) son presentadas en una pantalla de ordenador, y las personas tienen que intentar identificar la emoción presente en aquella cara. 

Ya en la prueba de empatía, se miran una serie de fotografías de personas en diferentes contextos pasando por diferentes situaciones emocionales, y se tiene que responder cuál es la emoción expresada y cuánta empatía se siente con la persona del estímulo presentado. En personas con depresión, por ejemplo, se observan sesgos en el procesamiento emocional, con menos empatía y una mayor probabilidad de reconocer caras neutras o ambiguas como negativas. Además, algunos estudios sugieren que la interpretación y la transformación de estos estímulos negativos en pensamientos, en memoria y, posteriormente, en acciones están directamente implicadas en el mantenimiento de los estados depresivos. Trastornos de ansiedad y de dependencia a drogas también están asociados a menos empatía y una mayor probabilidad de reconocer caras neutras o ambiguas como negativas. 

Estudios recientes indican que la corrección de estos déficits en la cognición social sería uno de los posibles mecanismos de acción de los fármacos antidepresivos y ansiolíticos, y esta corrección podría ser capaz de predecir la respuesta terapéutica en etapas tempranas de tratamiento. Considerando esto y que muchos pacientes no responden a los tratamientos con fármacos antidepresivos y ansiolíticos, hay una necesidad de buscar nuevas herramientas capaces de corregir estos déficits en la cognición social presentes en trastornos de humor, de ansiedad y en la dependencia a drogas.

Los psicodélicos como herramientas en la salud mental 

En los últimos diez años se ha producido una cantidad significativa de investigaciones sobre la farmacología humana de los psicodélicos o alucinógenos. Estudios experimentales en voluntarios sanos en contexto de laboratorio con ayahuasca, psilocibina y LSD demostraron que pocas dosis de estas drogas (1-3) son seguras en gente joven y sin problemas físicos o mentales. Además, algunos estudios clínicos han demostrado efectos antidepresivos y ansiolíticos de estas sustancias en pacientes con depresión mayor, depresión y ansiedad asociadas al cáncer y dependencia al alcohol y al tabaco. Aunque estos estudios sean prometedores, todavía son pocos y con muestras pequeñas, por lo que se necesitan estudios con más pacientes para confirmar estos datos. De hecho, ninguna de estas sustancias está aprobada para uso médico por la Food and Drug Administration (FDA) o por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), aunque en algunos países (como Australia y Suiza) se puede hacer el llamado “uso compasivo”, que es aquel uso que un médico puede prescribir cuando las opciones terapéuticas disponibles han sido probadas pero no han mejorado el cuadro clínico del paciente. Y en algunos estados de Estados Unidos se ha aprobado recientemente el uso terapéutico de hongos psicodélicos. 

En cualquier caso, no sabemos cómo estas drogas producen sus efectos terapéuticos. Desde el punto de vista molecular, estudios con células (neuronas) o con roedores ya han demostrado que la DMT (dimetiltriptamina, presente en la ayahuasca y en la jurema), el LSD y la psilocibina producen sus efectos en neuronas presentes en regiones cerebrales ricas en el receptor de serotonina llamado 5-HT2A, como el hipocampo, la amígdala, el córtex visual y el córtex prefrontal. Estas áreas cerebrales están involucradas en el control de emociones, memoria, introspección y autoconciencia, procesamiento visual. La activación del receptor 5-HT2A en estas regiones libera glutamato (un neurotransmisor excitatorio), que estimula la síntesis del factor neurotrófico derivado del cerebro (o BDNF, del inglés brain derived neurotrophic factor). Esta neurotrofina es responsable por aumentar las sinapsis y las dendritas, y es necesaria para la neurogénesis hipocampal. O sea, que al final los psicodélicos parecen producir sus efectos terapéuticos aumentando la neuroplasticidad.

Desde el punto de vista comportamental, lo que los psicodélicos parecen hacer es aumentar la flexibilidad cognitiva. Personas con depresión, ansiedad, abuso de drogas y problemas relacionados con traumas comparten una característica transdiagnóstico: rigidez cognitiva. Pensamientos negativos y repetitivos sobre uno mismo, los demás y la realidad que se reflejan en comportamientos rígidos y disminución de las relaciones sociales y actividades diarias son algunos de los síntomas que pueden estar presentes en estos trastornos mentales. Y esto también se refleja en el plano molecular y estructural, pues hay evidencia de reducción de neuroplasticidad en estos trastornos. Entonces, la teoría es que sería posible que el aumento de neuroplasticidad producido por los alucinógenos tuviese su potencial para producir cambios a nivel molecular, estructural, cognitivo y comportamental. De alguna manera, tras la administración de alucinógenos, las personas parecen quedarse más abiertas para nuevas experiencias e ideas sobre ellas mismas y sobre la realidad. De hecho, estudios recientes con administración de LSD, ayahuasca y psilocibina relatan incrementos del trazo de personalidad “abertura a la experiencia”. Esta “abertura” a nuevas experiencias, sumada al incremento de neuroplasticidad y flexibilidad cognitiva potencialmente crearía una “ventana de oportunidad” para nuevos aprendizajes y cambios comportamentales hacia lo positivo y nuevo. ¿Y qué tiene esto que ver con la cognición social?

Yo, tú, nosotros, ellos: psicodélicos y cognición social. Ilustración Martin Elfman

Los psicodélicos y la cognición social 

Entonces, además de aspectos moleculares, de modulación de glutamato y BDNF, y de flexibilidad cognitiva y neuroplasticidad, hay otros posibles mecanismos de acción de los psicodélicos. Según datos de estudios con de una a tres dosis de LSD o psilocibina en voluntarios sanos en contexto experimental, en la prueba de reconocimiento de emociones en caras, los voluntarios reconocen menos caras de miedo, y esto suele venir asociado a reducciones en la activación de la amígdala tras la presentación de imágenes de contenido negativo. La amígdala suele activarse en esta prueba, ya que es una estructura cerebral que controla la ansiedad y el miedo. Por eso, la reducción de su activación, junto con un peor reconocimiento del miedo, sugiere un efecto ansiolítico que quizá podría producir mejoras en algunos aspectos de la cognición social en pacientes con depresión, ansiedad, traumas o abuso de drogas. Pacientes con estos trastornos mentales suelen confundir caras neutras o felices con caras tristes o de miedo, y tanto los antidepresivos tradicionales como los psicodélicos corrigen este déficit cognitivo. De hecho, en un estudio con psilocibina y pacientes con depresión, se observó una reducción en el tiempo de respuesta en la prueba de reconocimiento de emociones en caras, lo que sugiere una mejora en el procesamiento emocional. En los estudios de nuestro grupo con voluntarios sanos y administración de dosis única de ayahuasca, también observamos una reducción en el tiempo de respuesta en esta prueba. En este momento estamos utilizando la prueba de emociones en caras en estudios con administración de ayahuasca en personas con depresión, depresión y ansiedad en el cáncer, estrés postraumático y dependencia de alcohol. En breve sabremos un poco más sobre el posible rol de este aspecto de la cognición social en los efectos terapéuticos de la ayahuasca. 

Es interesante notar que, tras el uso de antidepresivos, esta mejora en el reconocimiento de emociones en caras viene antes de la reducción de los síntomas de depresión y ansiedad. Esto sugiere que con estas medicaciones  se producen más rápidamente cambios en la cognición social, por lo que parecen tener un rol central en la mejora de los síntomas. Desde del punto de visto evolutivo, sugiere que reconocer las emociones de uno mismo y de los demás es muy relevante para la salud mental. Por lo tanto, son muy relevantes los estudios que han demostrado que el LSD y la psilocina (y también el MDMA) aumentan la empatía de los voluntarios sanos tras una o dos dosis. En nuestros estudios con ayahuasca y voluntarios sanos, observamos una reducción en el tiempo de respuesta en la prueba de empatía, replicando lo que hemos observados con la prueba de emociones en caras. La capacidad de sentir empatía hacia las otras personas también esta reducida en personas con depresión, ansiedad, estrés postraumático y dependencia de drogas. Todavía no sabemos si estos efectos observados en personas sanas podrían estar relacionados con los efectos antidepresivos y ansiolíticos de estas drogas. Así como en el caso de la tarea de reconocimiento de emociones en caras, estamos utilizando la prueba de empatía en nuestros estudios clínicos con ayahuasca para investigar el posible rol de la empatía en sus efectos terapéuticos.

Yo, tú, nosotros, ellos

Quizá no sea coincidencia que las sustancias alucinógenas sean tradicionalmente utilizadas o en contextos de grupo para reafirmar los valores sociales o por su uso terapéutico o por individuos que tienen el rol de reafirmar estos valores (como los chamanes) o en la iniciación de jóvenes al grupo (también mediado por un chaman). No es fácil, sin caer en reduccionismos, hacer paralelismos entre el uso de estas sustancias en contextos tradicionales y el uso que le damos en nuestro contexto actual. Las ideas del cosmos, de las enfermedades y de la terapia varían mucho de un contexto a otro. De cualquier manera, está claro que estas sustancias tienen un potencial terapéutico para trastornos mentales con características similares respeto a la sociedad cuando se dan en el que las sufre una reducción de la vida social, alteraciones en el procesamiento emocional y en la cognición social, rigidez cognitiva o aislamiento, entre otros síntomas. En los próximos años vamos a tener cada vez más estudios clínicos con estas sustancias, y entonces vamos a poder entender un poco más sobre sus mecanismos cognitivos de funcionamiento.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #309

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