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Consejos de Joubert

“El sonido breve; el sentido, infinito”. Urge anticipar un año el bicentenario de quien condensó su poética del aforismo en tan precioso y preciso precepto. Hijo de cirujano, consejero de instrucción pública, juez de paz durante la Revolución francesa y profeta inesperado del ocaso capitalista, Joseph Joubert (1754–1824) cifró su ambición en hacer que las pequeñas frases dijeran grandes cosas. Ya en 1808 dio anticipada respuesta a la célebre pregunta (“¿Libertad para qué?”) formulada por Lenin en 1921: “Libertad para hacer el bien. No es necesaria otra”. Chateaubriand, editor póstumo de sus Cuadernos, describió a Joubert como un egoísta que solo pensaba en los demás.

Se adquiere el derecho a consolarse de todos los males que existen haciendo todo el bien posible. (1787)

Somos en el mundo lo que las palabras en un libro. Cada generación, una frase. (1791)

Enseñar es aprender dos veces. (1793)

Platón es un autor cuyas ideas no se comprenden hasta que se han convertido en las nuestras. (1796)

Si queréis dar a los hombres una virtud, empezad por darles una pasión. (1796)

Si la fortuna quiere hacer estimable a un hombre, le da virtudes; si quiere hacerlo estimado, éxitos. (1796)

Diríjanse a los jóvenes, ellos lo saben todo. (1797)

No cortéis lo que podáis desatar. (1797)

Si te dan un palo, devuelve un haz de leña. (1797)

Empieza haciéndolo mejor que los demás, y luego mejor que tú mismo. (1799)

La verdad en perspectiva, y la paz en posesión. (1799)

Amonedar la sabiduría. Acuñarla en máximas, proverbios, sentencias fáciles de recordar y transmitir. (1799)

Al actuar hay que atenerse a las reglas, y al juzgar hay que considerar las excepciones. (1799)

Cierra los ojos y verás. (1801)

El mal sirve de estiércol al bien. (1801)

¿Es que el talento no necesita pasiones? Sí, necesita muchas pasiones contenidas. (1801)

Todo exceso es defecto. (1802)

En la composición de la dicha interviene la certeza de haberla merecido. (1803)

Me entristece dejar París, porque tengo que separarme de mis amigos; y me entristece dejar el campo, porque entonces tengo que separarme de mí mismo. (1803)

Todo lo exacto es corto. (1804)

Convertir a un ciego en escultor. (1804)

La amistad es una planta que debe resistir la sequía. (1805)

Nosotros, los modernos, tenemos más brillo, pero menos claridad. (1805)

Para descender dentro de uno mismo, es preciso primero elevarse. (1806)

El gran asunto del hombre es la vida, y el gran asunto de la vida es la muerte. (1806)

El anochecer de la vida porta consigo sus propias luces. (1807)

La atención es el aliento del espíritu. (1808)

Estoy enfadado con la tesorería, porque contemplo el dinero como abono, y ellos lo miran como la cosecha. (1813)

La justicia es la verdad en acción. (1814)

Atormentado por la infausta ambición de resumir un libro en una página, una página en una frase y esa frase en una palabra. (1815)

Cuando has encontrado lo que buscabas, no tienes tiempo de decirlo. Hay que morir. (1815)

Reclamad una autoridad antigua para cada opinión nueva. (1816)

Si la industria es demasiado favorecida, domina. Si domina, es un poder. De modo que vais a ser gobernados por los mercaderes, por los banqueros, en vez de serlo por los sabios; por los villanos, en vez de por los nobles. (1823)

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #301

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