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Anotaciones contra el caos

Marina Tsvetáyeva

Esta poeta, que se consideraba a sí misma “una fuente de herejías”, llegó a exigir a la Rusia revolucionaria “la intensidad y la audacia del amor”. La vida de Marina Tsvetáyeva (1892-1941) ha sido descrita como una cadena de catástrofes, donde cada prueba es más difícil que la anterior: muerte de una hija, internamiento de otra, fusilamiento del esposo, destierro, suicidio. Corresponsal de Pasternak, traductora de Rilke, residente en París de 1925 a 1937, su dispersa obra fue definida por Uhla Hahn como un conjunto de “anotaciones contra el caos”. Entre ellas, figuran las aquí reunidas, fechadas en el turbulento Moscú de 1919 y 1920.   

El corazón: más que un órgano fisiológico, un órgano musical.

Una tercera persona es una válvula de escape. Al comienzo del amor por la riqueza, al final del amor por la pobreza.

Hay muchas esposas, pocas amantes. Se es una verdadera esposa por insuficiencia (de amor), una verdadera amante, por exceso. No amo a las esposas ni a las amantes, amo a las amorosas.

El amor: en invierno por el frío, en verano por el calor, en primavera por las primeras hojas, en otoño por las últimas: siempre, por todo.

La vida se divide en tres periodos: el presentimiento del amor, el hecho del amor y el recuerdo del amor. Y, ciertamente, el periodo intermedio se extiende desde los cinco a los setenta y cinco años.

El parentesco de sangre es robusto, el parentesco electivo es fino. Donde es fino, allí se rompe.

Cuanta más edad tenemos, más deseamos; en la infancia, azúcar; en la juventud, amor; en la vejez, esencia.

Recibir es una vergüenza. No. Dar es una vergüenza. Quien recibe es evidente que no tiene; quien da, es evidente que tiene. Habría que arrodillarse para dar, como hacen los mendigos para recibir.

Una hija a la que han matado el padre es huérfana. Una esposa a la que han matado el marido es viuda. ¿Y una madre a la que han matado el hijo?

El pecado salva, la santidad pierde.

“No puedo” es más sagrado que “no quiero”. “No puedo” son todos los “no quiero” superados, todos los intentos corregidos de querer: el último balance.

La muerte es terrible solo para el cuerpo. El alma no la concibe. Por eso, en el suicidio el cuerpo es el único héroe.

El suicidio: cobardía del alma, que se transforma en heroísmo del cuerpo. Es como si Don Quijote, atemorizado, enviara a Sancho Panza al combate, y este accediera.

En la prosa hay demasiadas cosas superficiales, en la poesía todo es indispensable. En mi tendencia al ascetismo de la palabra en prosa, puedo quedarme solo con el esqueleto. En poesía, hay una medida natural de la carne: menos no es posible.

Hay que escribir solo aquellos libros por cuya ausencia se sufre: los propios libros de cabecera.

Lo más valioso en los versos y en la vida es aquello que ha llegado involuntariamente.

En la actualidad todo se acaba, porque nada se repara: los objetos, tanto como las personas, y las personas tanto como el amor.

Pasión por cada uno de los países como si fuese el único; esta es mi Internacional. No la Tercera, la eterna.

¿Qué es toda esta presión de las Iglesias, del Estado, de la sociedad, frente a la otra, la interna?

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #314

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